Capítulo 27

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•Narradora•

Minho llegó con una actitud de los mil demonios a su casa. Azoto la puerta dejando a todos los sirvientes pasmado, pero sin decir nada.

Pasó como un rayo, pero antes de subir las escaleras, la voz de su padre lo detuvo en seco y apretó los puños y los dientes, si con alguien no quería toparse, era con él. Regresó sobre sus pasos y caminó hacia el comedor, donde estaba él y su "madrastra".

- ¿Qué te pasa? Llegaste muy ruidoso - le dijo con una copa en la mano.

- Nada.

- Ese nada es por algo. ¿Qué pasó? - volvió a repetir.

- Nada.

En ese momento, el mayor azoto la copa en la mesa y volteó a verlo con una mirada fría y sin expresión alguna, haciendo que Minho crispará, pero no demostró miedo.

- Ya dije que nada. Tengo que ir a hacer trabajo.

- Siéntate, necesitamos hablar.

Minho reviro los ojos y no tuvo más opción que sentarse. Su madrastra se lo quería comer con la mirada, muy lasciva y a escondidas y disimuladas ante su marido. El pelinegro sentía aquellas miraditas, pero prefería no hacer caso, él mismo se había comprometido a olvidarla después de que decidió casarse con su padre.

- ¿Y? ¿De qué trata?

- Estuve pensando mucho, y te irás a seguir la universidad en Inglaterra. Solo esperarás al fin de año, así como tu participación en el partido para la Selección de Futbol Americano. Yo estaré presente, mi amigo, el director de la NFL de Reino Unido es seguidor de tu juego y quiere verte jugar, lo acompañaré y veré qué tan bueno eres.

Minho abrió los ojos como platos y fue frunciendo el ceño, estaba muy enojado.

- ¿Qué? Eso nunca, tú no eres nadie para obligarme a ir...

- Soy tu padre, vives bajo mis reglas, tu no eres nada sin mi. Yo ordeno, tu obedeces, y si algo no te parece, te puedes largar pero sin un peso en el bolsillo.

El ojos gatunos hizo una sonrisa ladina y comenzó a reírse, si bien, era cierto que no era nada sin él, pero ser modelo y parte de ese mundo era gracias a su madre, no a él. Lamentablemente, sus vidas siempre fueron controladas por aquel hombre y sus bienes también. Aunque, ahora sabía que podía tener poder, gracias a las acciones y bienes que le dejó su madre.

- ¿Qué te parece gracioso? - dijo con seriedad y sin mostrar enojo.

- Te crees tanto porque eres el del dinero, pero te diré una cosa, yo no me iré de aquí con las manos vacías, entiendes. Todo esto podrá ser tuyo, pero lo de ese atrio - dijo señalando hacia el jardín - me pertenece, es mío, y si yo me voy, me lo llevaré conmigo.

- ¡No tienes derecho! ¡Si te largas, será sin nada! - dijo azotando sus manos en la mesa.

- ¿Crees que no tengo nada? Si supieras que tengo más de lo que te puedes imaginar.

- Entonces, ¿por qué no te vas? - dijo mirándolo con coraje pero sin mostrar debilidad. Una habilidad que tenía su padre y que hacía que todos se sintieran cohibidos alrededor de él.

- Porque si yo me voy, estaría abandonando a mi madre, aquí, en esta maldita prisión de mierda. Así que, si yo salgo de aquí, no será solo, ¿entendiste?

- Lee Minho, no me retes porque haré que te tragues tus propias palabras, sabes que puedo hacerte daño y saldrás perdiendo. Así que, te irás al final del año y punto.

- ¿Me estás amenazando? En verdad eres un maldito psicopata. Así me quieras ver muerto, yo me llevaré lo que me pertenece, y ese atrio es más mío que tuyo. Tú no respetaste cuando ella murió, ni siquiera lloraste por ella, la cambiaste tan rápido como si nunca la hubieras amado, ¡maldito de mierda! ¿y ahora quieres hacerte el mártir y tenerla ahí como un maldito trofeo? - hablaba con tanto coraje que hasta las venas de su frente y cuello se avistaban.

Aunque no te pueda verDonde viven las historias. Descúbrelo ahora