Capítulo 37

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JOHAN KRIEGER.

Yakov me había contado que Dylan Vettmond y Augusto Krieger hicieron un acuerdo el día que se conocieron: mi abuelo entrenaría a Lilith y le daría un lugar como piloto de reserva en Kabulton, pero si todo salía mucho mejor de lo que esperaban, incluso podía tener un buen empleo como estratega. Sin embargo, ninguno de los dos esperaba que ella tendría el  talento suficiente para enfrentarse a mí. Dylan fue quien se dio cuenta de esto cuando ganó algunas competencias callejeras a niños de 7, cuando ella solo tenía cinco. Ahí fue cuando Dylan decidió explotar el potencial de su hija y creó su propio plan para que en el futuro pudiera enfrentarse a mí.

Mi abuelo no lo tomó bien, pues se suponía que habían hecho un trato, así que le quitó todo el apoyo económico para que no pudiera lograr su objetivo, así que Dylan hizo un trato con Andrew para continuar con el entrenamiento de su hija. Él le dio los recursos necesarios para que en el futuro se pudiera beneficiar del impacto de Lilith en Fórmula 1. Ambos iban a ganar, de cualquier forma. 

El sufrimiento que su padre le hizo pasar tenía la finalidad de hacerla fuerte e independiente, las dos cualidades necesarias en este deporte lleno de lobos. 

Para un padre soltero que vivía en la calle con su hija, le desesperaba no poder darle un lugar digno en el cual vivir, e hizo lo necesario para ganar. Incluso si eso implicaba sacrificar a su hija. 

Su mayor creación era Lilith, pues lo había sacado de la pobreza. Pero ahora que, a sus ojos yo tenía el “control” de ella en cuanto al contrato, era cuestión de tiempo para que acudiera a mi. 

Y eso fue lo que hizo. 

Cuando cruzó la puerta de mi nueva oficina con su traje caro y ese peinado ridículo que utilizaba para aparentar que era un hombre importante, no pude sentir nada más que vergüenza por él. Un vividor que se aprovechó del talento de su hija para solucionar su vida y excluir a Lilith de su nueva familia me enfurece tanto que será difícil controlar mis impulsos de matarlo de una vez por todas. 

—Es un honor poder hablar con Johan Krieger en persona. Eres una leyenda  —dijo tan pronto como se sentó enfrente de mí.

—Dylan Vettmond, ¿cierto?

Me miró aterrorizado.

—No, yo soy…

Suspiré.

—¿Tan pronto empiezas a mentirme? —cuestioné—. Sé quién eres y sé perfectamente lo que hiciste. Así que ve al grano y deja de decir estupideces.

Dylan tragó saliva.

—N-Necesito que canceles el contrato que Lilith acaba de firmar —respondió—. S-Si lo haces, te pagaré lo que sea. Haré lo que sea. Cualquier cosa. Lo juro.

Me toqué la barbilla y lo fulminé con la mirada.

—¿Por qué?

—Lilith es mi… Hija y solo quiero lo mejor para ella. He luchado mucho por esto.

Me aclaré la garganta.

—Sé lo que le hiciste, Dylan: fingiste tu muerte, asesinaste a su hermana, la amenazaste toda su vida, le mentiste… ¿Y todo para qué? —Contuvo el aliento—. Para obtener logros que nunca pudiste conseguir por tu cuenta. Usaste a tu hija para vivir tu sueño y luego la abandonaste. ¿Crees que alguien que hizo todo eso es de fiar?

—Ya entiendo… —Sonrió—, te gusta mucho mi hija, ¿cierto? Sé lo que es estar enamorado: primero sueñas y luego todo se vuelve un infierno. Yo lo sé más que nadie porque la madre de Lilith me abandonó poco después de dar a luz. ¿Qué podía esperar de esa perra? Era una prostituta, y sí, quizás su nacimiento fue un error, pero… Siempre supe que era especial. 

EL GRAN CIRCO/FinalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora