Capítulo 25

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LILITH VETTMOND

Krieger había pasado los peores dos meses de su vida, pues estaba obligado a quedarse en casa, y como se había fracturado la mano y el tobillo, era imposible que pudiera seguir practicando de alguna manera. Ni siquiera en el simulador.

Durante las carreras en las que no estuvo presente, le enviaba un mensaje cuando llegaba al hotel para saber cómo estaba, o en algunas ocasiones, hacíamos videollamada, de esa forma me daba cuenta que se veía muy deprimido. No solo era el sentimiento de haber “decepcionado” a su abuelo, sino también el hecho de que ya no podía hacer nada como antes, además, sus puntos en el campeonato de pilotos lo bajaron hasta la sexta posición debido a las carreras en las que no acumuló puntos, por suerte su reemplazo hizo un buen trabajo manteniendo el campeonato de constructores en segundo puesto. 

Y después de cuatro carreras en las que no participó, está de regreso y viene más animado que antes. Supongo que el hecho de haber estado en casa lo afectó tanto que decidió enfocarse aún más y fue eso lo que le ayudó a aumentar su puntaje para el campeonato de pilotos.  

Los meses pasaron y cuando nos estábamos acercando a las dos últimas carreras del año, Krieger me invitó a cenar a un pequeño restaurante en un crucero que tendría un recorrido corto, pues aún necesitábamos prepararnos y no podíamos desaparecer más de dos días. 

El estrés de estar a dos carreras de saber quién será el próximo campeón del mundo me tiene desorientada, además, aún está el tema de la mujer que intentaba comunicarse conmigo pero antes de que pudiera llegar a mí la detuvieron. Por desgracia, la incógnita de saber qué quería decirme me tiene despierta por las noches, pero Augusto insiste en que no es nada especial. 

Desde aquel incidente en el restaurante, él no ha venido a vernos a pesar de que estamos a pocas carreras de terminar la temporada y siempre que hay un problema con el monoplaza, envía a su secretario para que haga todo el papeleo. 

El chofer me dejó frente al lujoso restaurante en el que Krieger me citó y antes de ingresar me acomodé el vestido azul que me había regalado días antes.

Uno de los empleados me llevó a la mesa que habíamos reservado y ahí ya me estaba esperando. Cuando me senté, comenzó a observarme con intensidad y esa típica expresión sombría que siempre me pone nerviosa. 

—Eres muy hermosa —dijo, antes de besar mi mano.

Sonreí. —Gracias, tu te ves mucho más sano que cuando estabas en casa.

—Me alegra que mis manos estén bien —dijo con orgullo—. Tenía miedo de no poder tocarte nunca más.

—Vamos, solo fue una mano.

—Una mano es muy importante. Puedes hacer maravillas con ellas si las usas correctamente.

Respiré hondo.

—Este encuentro se siente muy íntimo después de estar varios meses trabajando. Es extraño porque hemos estado juntos todo un año. 

—Bueno, cada uno está en su garaje, así que es difícil tener conversaciones amigables. Si no estamos peleando con los demás, estamos frustrados porque no obtuvimos los resultados que queríamos —respondió con una sonrisa—. Aunque tú ya no tienes ese problema. Actualmente eres la mejor y es posible que en este mes me quites el premio.

Me incliné hacia él, temiendo su peor reacción con mi pregunta, pero consciente de que con eso tendremos claridad si queremos estar juntos en el futuro. 

—¿No estás enojado? —inquirí en voz baja—. Has sido campeón durante seis años, sería normal que me odies.

—Al principio lo estaba —confesó con una media sonrisa—. Te robaste toda la atención, pero… cuando mi abuelo me ignoraba cada vez que tú ganabas, me sentía libre y… finalmente, en estos dos meses que estuve en casa, me di cuenta que nunca quise estar aquí.

EL GRAN CIRCO/FinalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora