Capítulo 18

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LILITH VETTMOND


Las siguientes carreras se sintieron mucho más agresivas que antes y era cuestión de tiempo para que llegáramos a esto. Por un lado, Krieger quería demostrar que aún era digno de llamarse “campeón”, y por otro, yo quería obtener mi libertad. Era obvio que ninguno tenía planeado renunciar a nuestra meta sin importar las consecuencias. Por suerte no hubo más accidentes. 

Y una vez cumplidas las carreras faltantes en las que obtuve todas las poles y quedé en primer lugar, los fanáticos empezaron a especular quién sería el próximo campeón mundial, y claramente no tenían contemplado a Krieger, en especial porque nuestros puntos estaban iguales.

Hubo mucho alboroto cuando llegamos a Abu Dabi con la intención de prepararnos para la carrera final. Cómo fuimos los únicos que llegamos antes, pudimos ver el apoyo de los fanáticos hacia nuestra escudería.

Y cuando llegó el día en el que se decidiría todo, yo me encontraba esperando en el garaje —con mis nervios completamente inestables— a que los mecánicos terminaran de ajustar algunos neumáticos. 

En ese momento, se acercó Andrew con una sonrisa.

—Lilith, ¿podemos hablar? —preguntó con cautela y me llevó al Paddock para que me despejara un poco del estrés—. Esta es tú última carrera que tendrás en nuestra escudería y aunque ambos esperamos este día desde hace años, tengo sentimientos encontrados ahora que finalmente lo logramos.

—Sí, me siento igual —respondí con la voz temblorosa. Los nervios eran evidentes. 

—Te he criado desde que tenías cinco años y aunque han pasado muchos años, siento que fue ayer  cuando te ayudé a sacar tu superlicencia. —Respiró hondo y nos detuvo a medio camino para hablar de frente—. Probablemente ya no te vea después de la carrera y por eso quiero que sepas que incluso si no eres mi hija, en algún momento te aprecié como tal. —Me dió un fuerte abrazo que evidentemente odié.

No importa lo que diga. Yo jamás le tomé aprecio. Él me odiaba y siempre se esforzó en demostrarlo. Estas palabras “dulces” no cambiarán los años de dolor que me causó.  

Pero en lugar de pelear con él, le di las gracias y me despedí para continuar con los preparativos para la carrera.  Cuando crucé por el garaje, varios mecánicos me desearon suerte, y al terminar de ponerme el traje, me sentí mucho más tranquila.

Harris hizo una revisión de radio, pero antes de que me diera permiso de meterme al auto, Juliette se acercó con una sonrisa mientras sostenía un oso de peluche. 

EL GRAN CIRCO/FinalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora