Capítulo 9

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Abrí  los ojos abruptamente cuando un ligero olor a quemado invadió mi habitación

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Abrí los ojos abruptamente cuando un ligero olor a quemado invadió mi habitación. Estoy a oscuras, pero el olor comienza a intensificarse más y más. Y cuando abro la puerta, me encuentro con unas enormes llamas destruyendo los muebles de madera y devorando todo lo demás con rapidez.

El recuerdo del auto de mi padre en llamas me invade y empiezo a respirar agitadamente mientras busco la forma de salir. Es obvio que no puedo usar la puerta. Me doy la vuelta y observo la ventana semi abierta de mi habitación. Me acerco con cautela y analizo la distancia aproximada entre el suelo y mi venta.

Quizás medio metro. No es mucho. He saltado de lugares mucho más altos sin salir herida.

Me siento en la orilla y respiro hondo antes de saltar. Los arbustos logran aminorar mi caída y cuando me alejo lo suficiente de la casa para ver las llamas salir por las ventanas, caigo de rodillas sin poder asimilar lo que hay frente a mí: el último legado de mi padre está desapareciendo. Ni siquiera me atrevo a llamar a los bomberos. Tampoco pienso en las cosas que puedo salvar. Solo me quedo paralizada.

Aquel lugar en el que solíamos escondernos para huir de la agitada vida en la ciudad está a punto de desaparecer. Todos los recuerdos y fotografías. Lo único que tenía de mi padre....

Los vecinos salieron poco después y ninguno dudó en llamar a los bomberos. Miré a mi alrededor y caí en cuenta que si el fuego se sale de control, quemará todo el bosque que hay a nuestro alrededor.

¿Cómo pude permitirlo? Debí actuar rápido. Eso es lo único que sé hacer bien. Mi trabajo depende de eso. Entonces, ¿por qué me quedo aquí sin hacer nada?

Una mujer de edad avanzada revisó mis brazos y rostro para asegurarse de que no estuviera herida y cuando vio que no tenía ni un rasguño, me dejó en paz.

Incluso cuando los bomberos llegaron para apagar el fuego, no pude regresar a la realidad hasta que una mujer con un traje de policía me iluminó las pupilas con una pequeña linterna. Solo así pude volver.

—¿Cómo te sientes? —preguntó con amabilidad.

A pesar de que puse todo mi esfuerzo para responder, no pude hacerlo.

Muchos pensamientos cruzaron por mi mente. Buenos y malos. Pero uno de ellos tuvo tanto peso que no pude evitar consultarlo con la policía.

—¿Sabes cómo se originó el incendio? —cuestioné con los ojos llorosos.

—Puede que hayas dejado la estufa encendida. Aunque no lo creas, ese error es más común de lo que se piensa.

Lo analicé por un momento.

No. Es imposible que haya sido por eso.

—Nunca encendí la estufa, oficial. Compré comida enlatada y después me fui a la cama.

—¿Alguna colilla encendida?

—No fumo.

—Quizás hubo un corto circuito en el sistema eléctrico de tu casa. Si no se le da mantenimiento, se convierten en un problema.

EL GRAN CIRCO/FinalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora