cuarenta y nueve

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El sol se filtraba tímidamente por las persianas de la habitación, llenando el espacio con una luz suave que contrastaba con la quietud del ambiente. Acabábamos de regresar a casa hace un día, y aunque el viaje había quedado atrás, una sensación de pesadez seguía colgando en el aire entre nosotros. Roier y yo no habíamos discutido abiertamente, pero la tensión persistía, flotando como una sombra.

A mi lado, mi esposo dormía profundamente, su respiración lenta y pausada, como si el peso de las últimas semanas no existiera en sus sueños. Me giré hacia él, observando su rostro relajado, intentando encontrar en sus facciones la versión de él que tanto había querido, la que ahora parecía lejana. Su comportamiento desde que llegamos había sido completamente diferente al del viaje: más cariñoso, más atento. Era como si todo lo que había sucedido antes no tuviera importancia, como si los celos y las discusiones hubieran sido borrados.

Pero yo no podía evitar preguntarme si esto era real o simplemente una fachada temporal. Había algo inquietante en la rapidez con la que su actitud había cambiado. No podía evitar dudar, aunque también me doliera hacerlo.

Me levanté con cuidado de no despertarlo y caminé hacia la ventana, abriendo un poco las persianas para dejar entrar más luz. La ciudad seguía su curso normal, ajena a la tormenta de pensamientos que me atormentaban. Quería entender lo que estaba sucediendo, pero cada vez que intentaba pensar en ello, me encontraba con un muro de incertidumbre. Sabía que debía hablar con Roier, pero también temía lo que pudiera salir de esa conversación. ¿Qué tal si su cambio era solo una manera de evitar enfrentarse a lo que realmente había pasado?

—¿Mulán?.— escuché su voz ronca desde la cama. Me giré para encontrarlo mirándome con una sonrisa soñolienta —¿Qué haces despierta tan temprano?. —

—No podía dormir más.— respondí, devolviéndole una sonrisa que no alcanzaba mis ojos.

Mi esposo se sentó en la cama, estirándose con pereza antes de levantar la mirada hacia mí.

—Ven aquí.— dijo, abriendo los brazos.

Caminé lentamente hacia él, dejando que me envolviera en un abrazo cálido. La familiaridad de su tacto me reconfortaba, pero al mismo tiempo me recordaba lo mucho que habíamos evitado hablar de lo que realmente nos estaba separando. Había sido más fácil fingir que todo estaba bien, pero sabía que no podía seguir así por mucho tiempo.

—He estado pensando...— comencé, sin estar segura de cómo decir lo que sentía —Desde que volvimos, siento que las cosas han cambiado, pero no sé si es para bien. —

Él se tensó ligeramente a mi lado, pero no me soltó.

—¿Qué quieres decir?. — cuestionó como si tuviera miedo de lo que diría

—No sé.— suspiré, intentando encontrar las palabras adecuadas —En el viaje... las cosas fueron complicadas, y ahora, es como si todo eso hubiera desaparecido de repente. Como si estuvieras tratando de hacer que olvidemos lo que pasó, pero yo no puedo evitar pensar en ello. —

Me miró por un largo momento, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de emociones que no podía descifrar. Luego, bajó la mirada, soltándome suavemente.

—Tienes razón.— dijo con un suspiro —Fui un idiota en ese viaje, y lo sé. No supe manejar mis celos, ni mis inseguridades, y en lugar de hablar contigo, me encerré en mi propia cabeza. —

Sus palabras resonaron en mi interior, pero no me daban la tranquilidad que esperaba.

—¿Y ahora qué?.— pregunté mirándolo con seriedad —¿Pretendes que todo esté bien solo porque estamos en casa?. —

—No.— respondió con sinceridad —No pretendo que todo esté bien de inmediato. Solo quiero arreglar las cosas. Sé que me equivoqué, pero estoy aquí ahora, dispuesto a hacer lo necesario para que lo nuestro funcione. —

Me quedé en silencio, procesando lo que decía. Quería creerle, quería pensar que su cambio de actitud era genuino, pero no podía ignorar lo que había sentido durante el viaje. Las palabras que había dicho, los comentarios sobre mi cicatriz, el constante cuestionamiento sobre Emilio... Todo eso había dejado una marca en mí que no podía simplemente borrar.

—¿Te acuerdas de lo que dijiste sobre mi cicatriz?.— solté de repente, sin poder detenerme.

Roier se tensó de nuevo, como si no esperara que mencionara ese tema. Asintió lentamente, pero no dijo nada, eso me decepcionó un poco

—Desde ese día, no he dejado de pensar en ello.— continué, mis palabras fluyendo con una mezcla de frustración y tristeza —Lo sé, no lo dijiste con maldad, pero... me hizo sentir insegura, como si algo en mí estuviera mal. Y lo peor es que, en lugar de hablarlo, simplemente lo dejaste pasar. No te diste cuenta de cómo me hizo sentir. —

Él bajó la cabeza, frotándose la nuca con nerviosismo, se sentía culpable

—Lo siento.— dijo finalmente, su voz era más suave de lo habitual —No tenía idea de que te habías sentido así. Nunca fue mi intención hacerte sentir mal por algo que es parte de ti. Lo dije sin pensar, y me duele saber que te afectó tanto. —

Me quedé mirándolo, queriendo creer en su arrepentimiento, pero sabiendo que solo con palabras no íbamos a resolver lo que había entre nosotros.

—No se trata solo de eso.— dije, tratando de mantener la calma —Se trata de cómo hemos estado evitando hablar de lo que realmente importa. No podemos seguir así, fingiendo que todo está bien cuando no lo está. —

—Tienes razón.— admitió él, mirándome con una expresión seria. —Hemos estado evitando muchas cosas, pero estoy dispuesto a cambiar eso, Mulán. De verdad lo estoy. No quiero que sigamos así. —

Sus palabras eran sinceras, pero la duda aún persistía en mi interior. Sabía que ambos teníamos que trabajar en esto, que no bastaba con un simple "lo siento". Había heridas que aún no se habían cerrado, inseguridades que necesitábamos enfrentar juntos.

—Está bien.— dije finalmente, aunque mi corazón seguía cargado de dudas —Vamos a intentarlo, pero esta vez, de verdad. Sin escondernos de lo que sentimos, sin evitar lo que nos molesta. —

Mi esposo asintió y me tomó de la mano, apretándola con firmeza. Eso me daba un poco más de ilusiones, quizás todo estaría mejor después de hablarlo

—Prometo que voy a hacer las cosas bien. No quiero perderte. — soltó haciendo que mi corazón se derritiera

Me quedé en silencio, sintiendo el peso de sus palabras y las mías. Había tanto que resolver, pero por primera vez en mucho tiempo, parecía que estábamos dispuestos a enfrentarlo juntos. No sabía si todo iba a mejorar de inmediato, pero al menos ahora había un camino por el cual empezar.

El resto del día lo pasamos en una calma tensa. Roier seguía siendo atento y cariñoso, pero yo no podía evitar observar cada uno de sus gestos con una mezcla de escepticismo y esperanza. Sabía que él quería demostrarme que estaba comprometido a mejorar, pero mis emociones seguían siendo un torbellino de dudas.

Nos sentamos juntos a cenar, conversando sobre temas triviales, sin entrar en ningún conflicto. Era agradable, pero también me preguntaba cuánto tiempo podría durar esta tregua. La noche caía lentamente sobre la ciudad, y con ella, mi incertidumbre permanecía en la superficie, esperando el momento adecuado para volver a surgir.

Al final, mientras me acurrucaba junto a él en el sofá, no pude evitar preguntarme si realmente estábamos avanzando o si simplemente estábamos prolongando lo inevitable. Solo el tiempo lo diría, pero por ahora, estaba dispuesta a dar ese pequeño paso hacia lo que fuera que nos esperaba en el futuro.

𝐃𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐃𝐄 𝐋𝐄𝐎𝐍 [Roier X Tú] (FDC #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora