IL MIO ANGELO OSCURO (+21)

CAPITULO-26

«Pasado Angelo»

NARRADOR OMNISCIENTE.

Desde mucho antes que los primeros latidos de su corazón retumbaran en el vientre de su madre, ya la vida de Angelo Rossi Fiore estaba marcada.

Su padre, Domenecio Rossi, nunca lo vio como un hijo, sino como el futuro líder de la familia. Aunque aún no era el don de la organización, ya se visualizaba en ese cargo. Sin embargo, su hermano Víctor era la piedra en su camino, impidiéndole ejercer la función que tanto ansiaba. Pero Domenecio estaba decidido, de una forma u otra, eliminaría ese obstáculo que solo estorbaba en sus planes.

Angelo aún sin nacer, ya formaba parte de un mundo oscuro.

El pequeño Angelo nunca conoció el afecto de su padre. Domenecio era un hombre rudo y frío, convencido de que los sentimientos eran un signo de debilidad que su hijo no podía permitirse. Angelo debía ser forjado con dureza, ya que un líder no podía ser débil.

Su madre, Cecilia, desafiaba las estrictas crianza de su marido. Ella era el refugio del pequeño Angelino «Así lo llamaba de cariño» y de su hermano menor Stefano. En ella encontraban ese amor que le daba un poco de humanidad a ambos, con la atención de la madre y su ternura incondicional llenaba el vacío emocional que el padre dejaba en ellos. Así, el pequeño Angelo desarrolló un fuerte lazo con su madre, un lazo que jamás pudo sentir hacia el ser que decía ser su padre.

Tenía siete años cuando por primera vez tomo una pistola y con mirada fría y sin pensarlo disparó, dándole muerte a un traidor, ejecutandolo en el sótano de su casa por orden de Domenecio «No sintió remordimiento». Le gustó ver cómo la sangre del hombre se esparcía en el piso formando un charco de líquido carmesí.

Su tío Víctor fue más dócil, con ambos sobrinos, ya que los veía como los hijos que nunca pudo tener por su problema de infertilidad. Y al igual que su hermano Domenecio, veía en el pequeño Angelo un hombre con potencial para suplantarlo en un futuro.

...

Un Angelo de 10 años llegó a casa después de un día escolar emocionado, alardeando su nuevo cargo en su clase y mostraba con alegría la insignia que le fue entregada como subdelegado. Su madre lo felicitó con orgullo, pero su padre no tuvo el mismo entusiasmo.

Sentado en la cabecera de la mesa miró a su hijo y le habló con frialdad.

-Mañana mismo entregas eso. Un líder jamás puede ser un chivato y mucho menos el segundo lugar en algo.

Su madre poso una mano en el hombro de su hijo dándole consuelo y Angelo no deja de ver a su padre con seriedad cuando el hombre continúa.

-En nuestra familia solo hay lugar para los primeros. Los segundos son los primeros en perder-Mira con desdén y desprecio a su hijo menor Stefano que abraza a su madre de una de sus piernas y le baja la mirada a su cruel padre.

Angelo entendió que su destino estaba marcado y que jamás tendría una vida como la de los otros niños de su salón de clase.

Tenía 21 años cuando culminó sus estudios universitarios, ya que Domenecio recalcaba que ser un asesino no solo se trataba de apretar un gatillo, cualquiera podía disparar, pero pocos podían sobrevivir en un mundo tan oscuro y sangriento.

Para liderar se necesita más que fuerza, se necesita inteligencia, por eso Angelo Rossi Fiore antes de su preparación en Pakistán, debío estudiar y conocer de historia, política, economía, y un poco de psicología para así aprender a pensar con estrategias, porque en este mundo la astucia y la inteligencia serían sus armas más poderosas.

Solo así podría desenvolverse y sobrevivir, analizando a su enemigo. La fuerza bruta muchas veces no es suficiente. Un verdadero líder debe ser capaz de hacer creer a sus enemigos que están bajo su control, cuando en realidad son ellos los que están jugando bajo sus reglas, mientras él mueve los hilos desde las sombras.

En la mafia, solo los más astutos y preparados pueden prosperar y la clave es que el enemigo nunca sospeche que está siendo manipulado. 

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