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La sala de reuniones, fría e impersonal, emanaba una tensión que se podía cortar con un bisturí. La jefa de oncología, la pediatra, y el director del hospital, Kim Namjoon, aguardaban, sus rostros impasibles, máscaras que apenas ocultaban la impaciencia y la frustración que se acumulaban en el ambiente. La puerta se abrió y el cirujano entró, seguido del joven residente, Taehyung. La expresión de la doctora Lee se transformó en una mueca de evidente desagrado.

—¿Doctor Kim? —preguntó con una frialdad que helaría hasta el mismo infierno, su voz tan cortante como el filo de un bisturí—. ¿Qué hace aquí? Creí haber sido meridianamente clara con respecto a su... participación en este caso.

—Le pedí que viniera —intervino Jeon, su tono dejando claro que no toleraría ninguna objeción, un escudo protector alrededor del joven residente—. Tiene algunas ideas que considero... altamente pertinentes.

—Con el debido respeto, doctor Jeon —replicó la oncóloga, su voz gélida, cada palabra un dardo envenenado—, su comportamiento previo justificó plenamente su exclusión del caso. No veo la necesidad de-

—Doctora Lee —interrumpió Namjoon, su voz tranquila pero con una autoridad inquebrantable que llenó la sala—, permítame recordarle que nuestra prioridad es el bienestar de Choi Soojin. El doctor Kim ha expresado su deseo de explorar todas las opciones posibles, y creo que, en una situación tan delicada como esta, debemos considerar todas las alternativas. Escuchemos sus propuestas. Si después de eso no encontramos sus ideas viables, él mismo se retirará, se lo aseguro. Pero démosle la oportunidad de exponer sus argumentos.

La antes mencionada, conteniendo a duras penas su irritación, se reclinó en su silla, sus brazos cruzados una barrera visible, su rostro una máscara de fría desaprobación. El castaño, ignorando la hostilidad, se acercó a la mesa y desplegó una serie de documentos, su mirada fija en el director, una súplica silenciosa en sus ojos avellana.

—He estado investigando alternativas al trasplante del padrastro —comenzó, su voz segura a pesar de la tensión que vibraba en el aire, la convicción en sus palabras un escudo contra el escepticismo que lo rodeaba—. Opciones que considero éticamente superiores y, posiblemente, más seguras para Soojin.

Las miradas de los presentes se posaron en él, una mezcla de escepticismo y una curiosidad a regañadientes.

—Propongo, en primer lugar, que se me permita realizarme la prueba de histocompatibilidad —anunció, su mirada fija en su tío, buscando su apoyo—. Existe la posibilidad, aunque remota, de que sea un donante compatible. Aunque sea una compatibilidad parcial.

—Eso ya lo discutimos, Kim —intervino el cirujano, su voz baja pero firme, una advertencia apenas velada, una capa adicional de protección para el joven residente—. Los riesgos de un trasplante haploidéntico son... considerables. 

—Comprendo su preocupación, doctor Jeon —respondió suave, su voz inquebrantable, la determinación brillando en sus ojos—. Pero es una posibilidad, por pequeña que sea, que no podemos descartar. Si la compatibilidad es suficiente, existen protocolos para minimizar los riesgos del rechazo y la EICH. Es una alternativa que, al menos, debemos explorar.

Aejeong, con el ceño fruncido y una expresión profundamente escéptica, intervino—. Las probabilidades de una compatibilidad suficiente son mínimas, doctor Kim. Un trasplante haploidéntico en un paciente pediátrico conlleva riesgos... inaceptablemente altos. No podemos justificar.

—Concuerdo con la doctora Kang —añadió Lee, neutral—. Es una pérdida de tiempo y recursos. Debemos centrarnos en opciones realistas, en el bienestar de la paciente, no en... experimentos.

Heal me | KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora