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[...]

Durante los últimos días, se instaló en Seúl con una frialdad que calaba hasta los huesos, un frío que se reflejaba en la mirada de Taehyung, en la distancia que se interponía entre él y Jungkook. Los días posteriores a la revelación en su departamento habían sido un tortuoso ejercicio de contención, una danza meticulosa entre la cercanía y el abismo. En el hospital, la profesionalidad era su escudo, una máscara que ocultaba la tormenta de emociones que se agitaba bajo la superficie.

Miradas furtivas, roces accidentales, palabras cargadas de un doble sentido que solo ellos dos comprendían, eran los únicos indicios de la conexión prohibida que los unía. Fuera del K-Seoul, sin embargo, la pasión contenida se desbordaba, los encuentros furtivos un bálsamo y un veneno a la vez, un alivio momentáneo al dolor de un amor imposible, un recordatorio constante de la fragilidad de su vínculo. Kim se sentía atrapado en una paradoja emocional, la intensidad de sus encuentros con el mayor contrastando con la amargura de la realidad, la promesa de un futuro juntos chocando contra el muro infranqueable de la tradición familiar.

La culpa lo carcomía, un veneno silencioso que se extendía por sus venas, susurrándole al oído que era un intruso, un ladrón de momentos robados, una sombra en el destino que Jeon debía cumplir. La responsabilidad que el cirujano cargaba sobre sus hombros, el peso de un linaje milenario, de las expectativas de todo un clan, lo abrumaba.

¿Cómo podía él, un simple residente con un futuro aún incierto, un hombre con sus propios demonios y sus propias cicatrices, aspirar al amor de alguien como Jungkook, un hombre destinado a la grandeza, un hombre atrapado en una telaraña de obligaciones y tradiciones?

—Taehyung.

Alzó la cabeza ante el llamado, encontrándose con los ojos gatunos de su mejor amigo. El mismo que estaba sentado frente a él, desayunando y ofreciéndole una mirada de ceño fruncido ante el desconcierto y la falta de respuesta de su parte.

—Lo siento, estoy muy distraído —sacudió la cabeza intentando despejarse—, ¿qué decías, hyung?

—Te estaba comentando respecto a lo que encontré mientras limpiaba —lo vió ponerse de pie, ir hasta un mueble y volver.

A continuación, depositó un par de colillas de cigarro donde la mesa, el castaño abriendo los ojos y maldiciendo en voz baja. Pensó que fue cauteloso al tirarlos.

—¿Me puedes explicar qué significa esto? —acusó el mayor cruzándose de brazos.

El chico simplemente se encogió de hombros y tomó su desayuno—. Tal vez estuve fumando estos días, nada grave.

Yoongi suspiró cerrando los ojos brevemente.

—Lo sé, Tae. Pero tengo miedo de que vuelvas a caer en esa adicción por tus problemas de ansiedad —expresó con temor viéndole a los ojos—. Fue muy difícil y tú más que nadie lo sabes porque lo has vivido en carne propia —sus palabras salieron inquietas, al igual que sus manos y piernas—. Eres un adulto ahora, con más libertades y oportunidades... pero cualquier mal paso, puede llevarte al abismo del que te ha costado salir.

El moreno escuchó todo cabizbajo. Su hyung tenía mucha razón.

Las adicciones eran horribles y él más que nadie lo sabía.

Había caído en la adicción a fumar cuando tenía dieciséis años. Los problemas de ansiedad eran una sombra de su pasado y presente, buscando salidas para un momento de paz.

Fue crucial, pero con mucha ayuda y esfuerzo, logró dejarlo.

Pero esos episodios de ansiedad y bruma estaban de vuelta y no quería dejarse vencer por eso.

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⏰ Última actualización: Jan 07 ⏰

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Heal me | KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora