Capítulo 41 - Sí, acepto

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Ya con los invitados en sus respectivos lugares, el juez de paz en su sitio y las damas y caballeros de honor llegando a destino, la expectativa por ver a las novias estaba por las nubes. Claudia, Petra y Carmen, de un lado del altar, susurraban Dios sabría qué y sonreían a sus parejas que las observaban con el mismo gesto. Andrés y Jesús, del otro lado, platicaban con Luz y Begoña quienes serían las testigos de la boda junto a las tres mejores amigas de Fina. La música comenzó a sonar indicando el arribo de una de las protagonistas: era una versión en violín de la canción "Para siempre", con la que la hija de Catalina y Damián había pedido matrimonio a su novia. Después de un par de acordes apareció Marta con sus padres del brazo. La empresaria lucía un pantalón blanco algo suelto, con una camisa del mismo color que mostraba un escote de muy buen gusto: era un look sencillo y por demás elegante; sin embargo, lo que mejor se le veía era esa sonrisa tan plena y feliz; su mirada azul claro y profunda como el mismo océano, reflejaba el sentir de una Marta que irradiaba esa alegría que le recorría el cuerpo.

ANDRÉS: Qué linda se ve, eh - codeó a su hermano

JESÚS: Mi pequeña hermana... - suspiró emocionado - la veo tan feliz que me es imposible de explicar lo que siento

ANDRÉS: Raro...

JESÚS: ¿Raro qué?

ANDRÉS: Últimamente tú y yo estamos demasiado de acuerdo - Marta llega al altar

CATALINA: Todas las bendiciones, bebé - le besa la frente

DAMIÁN: Qué seas la más feliz, hijita - imita a su esposa y además le besa la mano

MARTA: Los amo... - se acomoda junto a sus "caballeros"

JESÚS: Estás radiante, muñequita

ANDRÉS: Eres la novia más hermosa del mundo - Marta miró hacia arriba, respiró profundamente y sonrió más feliz que nunca al ver a su Fina acercándose

MARTA: No, la más hermosa del mundo es la que viene ahí - dijo mirando a su novia que aparecía en ese preciso instante junto a Isidro y Adela - No vi nada más precioso...

Unas lagrimitas de felicidad comenzaron a caer por su mejilla al ver a su adoración acercándose. Fina llevaba puesto un vestido blanco enterizo ajustado, con un escote en "v" pronunciado, pero sutil y si bien era por demás sexy, esta vez a Marta le sacudió otra cosa: era ternura, la sensación plena de bienestar y de ser consciente de estar cumpliendo un sueño dorado. Serafina, aquella mujer que le hiciera perder la cabeza en Niza, su sol, la persona que la ayudaba cada día a entenderse, que le enseñaba a amarse a sí misma y que compartía con ella sus miedos y anhelos, estaba a pasitos de convertirse en su esposa.

FINA: Marta está bellísima - suspiró sin disimular, la imagen de su chica le había quitado el aliento

ADELA: Las dos lo están, cariño - susurró cómplice

ISIDRO: Mis hijas son las más bellas, de eso no hay dudas...

Llegando al lugar indicado, Adela procedió como lo hiciera antes su consuegra, besando la frente de su niña. Isidro, en cambio, acercó suavemente a Marta junto a ellos y entrelazando las manos de las novias dio un breve y emotivo discurso.

ISIDRO: Mis niñas preciosas, hoy comienzan una vida en la que tendrán de todo. Habrá alegrías y tristezas, buenos y malos momentos y será unidas como atravesarán los últimos para convertirlos en los primeros. Las amo, princesas divinas. - emocionadas, las novias lo abrazaron; él besó a cada una en la frente y se fue a ubicar con su mujer, mientras ellas se acomodaban de cara al juez

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