EL RENCER

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Me quedo petrificada, no puedo moverme. Mi padre sigue de pie sin decir nada, mirándome con dolor. Tiene lágrimas en los ojos y sé que está intentando no llorar, es evidente el sufrimiento que está experimentando. Me dan ganas de correr y abrazarlo pero me resisto. A mí me cuesta mucho más contener las lágrimas y empiezo a llorar. Me las escurro con las manos temblorosas. El Rey me mira con cariño y dice:

-Es tu hija Adam, ¿No vas a abrazarla? -pregunta mirando a su sobrino. Eso es lo que más deseaba, que mi padre me abrazara, que me dijera que para él significaba algo ahora que sabía que existía. Pero en cambio, baja la escalera y pasa a mi lado con paso rápido y sale por la puerta. La esperanza se esfuma en mi interior y lo que la sustituye es la decepción, el dolor y la desesperación. Pensé que se alegraría, que me abrazaría y me diría que me quería, pero no es así. - Perdona su comportamiento, es una noticia muy fuerte para él. Imagínate lo que debe de estar sintiendo ahora. Tiene una hija a la que no pudo ver crecer ni decir su nombre. <Sí pero también piensa en lo que estoy sintiendo yo> digo en mi mente.

-Eso es porque tú se lo ocultaste. - digo enfadada -¿Cuánto tiempo lo supiste? Él se merecía saberlo, al igual que yo.

-¿Qué querías que le dijera princesa? ¿Que tenía una hija que no podía localizar? ¿Crees que eso le hubiese tranquilizado más? Al menos todo este tiempo no supo de tu existencia y estuvo más tranquilo. Solo pensé en su felicidad, en que no estuviera amargado toda su vida por no encontrar a su hija.

-¿En su felicidad? - suelto enseguida - ¿Piensas que él habría sido más feliz sin saber que tenía una hija? - la rabia asciende por mi pecho y no puedo reprimirlo - Pues te equivocas.

-Puede que me haya equivocado - dice con sinceridad y cansancio - pero estoy intentando reparar mi error ¿Eso no basta?

-Claro que no basta - me seco una última lágrima - Ahora ¿Qué vas a hacer conmigo? Te sugiero que me mandes a casa, tengo una vida que rehacer. Pensé en buscar a mi padre - se me rompe la voz - pero ahora que veo que me rechaza, no veo qué es lo que tengo que hacer aquí. Quiero volver.

- No te rechaza solo está confundido. Te propongo algo, yo aviso a tu madre para que no se preocupe y te quedas un par de días para conocer algo de nuestra historia... - ¿Cómo no se va a preocupar? Estoy en el lugar que ella tanto odia.

-¿Para qué me va a servir eso? Ya estudiaré lo que haga falta en Serafín, allí mi mad... - sin que me lo esperara, siento que alguien me clava dos cuchillos en la espalda, se hunden en mi carne como si no hubiese nada más sencillo en el mundo, siento que me arrancan la piel a tiras y caigo al suelo de rodillas. Pego un grito de dolor y levemente oigo la voz de Bernard gritar a los guardias situados fuera de la sala. Caigo de lado, y lo único en lo que están concentrados mis sentidos es en el agudo e intenso dolor. Siento que mis huesos se parten en miles de trozos y la habitación da vueltas y vueltas. Intento apoyar las manos en el suelo para levantarme y salir huyendo de allí, pero los brazos no me responden, ni las piernas, nada. Mi cuerpo está paralizado. Lo único que puedo hacer es sentir el dolor pulsátil en mi espalda. Parece que me estuvieran arrancando la piel y volviéndomela a coser para empezar a retirarla de nuevo. Siento unas manos que me rodean y me levantan del suelo, grito con todas mis fuerzas al sentir unos brazos en mi espalda. Respiro entrecortadamente y siento que me voy a ahogar. Algo en la espalda está oprimiendo mis pulmones. Me agarro la garganta y con las uñas me araño la piel hasta hacerme sangre. Alguien me las coge y las aparta. Miro al techo y veo lámparas pasar a toda velocidad, cosa que me marea. Una ola de dolor me arrasa y grito a más no poder. Me agarro a la americana de la persona que me lleva en brazos y vuelvo a gritar de dolor. Las lágrimas recorren mi cara sin parar pero de repente algo líquido me sale de la nariz. Levanto la mano temblorosa y toco la sustancia acuosa. Es sangre. Los párpados se me cierran, pero alguien me grita que no me duerma. No sé qué hacer, la fuerza del sueño me lleva muy rápido, pero me resisto. - ¡POR FAVOR! - grito desesperada. - ¿QUÉ ME PASA? Me duele mucho, por favor ¿Qué me estáis haciendo? - un escozor abrasador me recorre la columna vertebral. Siento que la piel se me abre desde dentro, dos canales en mi espalda. La persona que me estuvo cargando me tiende de lado en una cama, y sale por la puerta corriendo. Con la vista borrosa consigo distinguir a dos mujeres a mi alrededor quitándome la parte de arriba de la ropa (sujetador incluido) y poniéndome una bata con un agujero en la espalda. Me la atan cuidadosamente en la parte baja de la espalda y me colocan boca abajo provocando otra sacudida de dolor. Por encima de mis gritos pude escuchar lo que decía una de ellas.

Batir de AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora