Capítulo nueve ꗃ 28 de Diciembre del 2023 ꗃ Guaynabo, Puerto Rico
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- ¡Ángel, no has hecho la maleta y en trece minutos nos vamos! - grité desde el segundo piso.
Faltaba poco para irnos a Morovis y desde aquí hasta allá siempre habia que darle bastante. Él estaba como un idiota pegado al juego.
- ¡Ángel, separáte de ese juego y vente a hacer maletas! - Grite nuevamente
- Ya voy, mami, déjame terminar acá - dijo, y solo aumentó más mi desesperación y rabia.
- ¡Ángel, ponte pilas, porque te juro que te quedarás solo aquí en Guaynabo! - dije, y mis últimas palabras resonaron en el aire. Ángel sabía perfectamente que era así, que si no se iba a poner las pilas, sabía que lo dejaría. Algo que me caracteriza como persona es que soy una mujer de palabra, y si él sabía perfectamente que lo iba a dejar, lo dejaría. Me sabía perfectamente el camino de aquí a Morovis como la palma de mi mano.
Solo vi cómo hizo un gesto con las manos y se paró del sillón, subiendo las escaleras con una flojera. Ya en el segundo piso, lo tomé de las manos y lo guié hacia el cuarto.
- Escoge qué ropa te vas a llevar, mira que Lucy vino hasta acá para ayudarnos - dije, cerrando mi maleta para empezar a guardar mis maquillajes en mi cosmetiquera.
- Amor... - dijo, a lo que yo respondí con un simple "Mmm".
- Tú, ¿para qué vas a llevar tanta cosa? Se supone que solo estaremos hasta Año Nuevo - dijo.
- Eso es lo que tú crees - me limité a decir, ya que yo tenía planeado pasarme las primeras semanas de Enero en Morovis. La vida aquí era aburrida, y más cuando literalmente no tenías nada que hacer.
- Y tú, ¿qué andas maquinando con mi mamá? - preguntó.
- Eso no te importa, Ángel Yamil. Ponte a hacer maletas - dije.
- Ángel Yamil- expresó, con una sonrisa pícara -. Con que así es que estamos, tas' buscando una ajusta como la de aquel día
- ¡¡Ángel!! - dije, sintiendo el calor subir por mis mejillas.
Este se acercó a mí, cerró los ojos y me acorraló en la pared. Su cuerpo emanaba calor. No reconocía a este Ángel. Siempre habíamos tenido una atracción sexual como pareja, la cual siempre terminábamos "matando", pero ahora sentía que esa atracción por parte de Ángel había crecido aún más desde que llegamos de Colombia. Había estado más pegado, más cariñoso y, por supuesto, con esas palabritas subidas de tono.
- Ombe, quítate, ponte a hacer las maletas. Es que e'... - dije, intentando no sonar nerviosa.
- Mira cómo te pones. Te voy a hacer caso, pero donde te vea descuida, te hago mía, mujer - dijo, riéndose mientras se me quitaba de enfrente. Yo solo me dediqué a rodarle los ojos y a voltearme para seguir quitándome los rollos.