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Capitulo Cuarenta
ꗃ 25 de Diciembre del 2024
ꗃMEDELLÍN, Colombia

Lo vi ahí, parado en la acera como si no supiera qué hacer con las manos

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Lo vi ahí, parado en la acera como si no supiera qué hacer con las manos. Con ese hoodie negro que siempre se ponía cuando no quería que lo reconocieran. Pero yo lo reconocía igual, hasta con los ojos cerrados. Él me miró, bajó la cabeza un momento y luego caminó hacia mí.

-Gracias por venir -le dije, acomodando la cobijita encima del coche de Bernardo-. No quería que el frío lo jodiera más, ya está muy fastidiadito.

-Claro que sí... por él yo llego donde sea.

-Ajá... -solté sin mirarlo del todo-. Ojalá lo hubieras pensado antes, cuando tenías todo pa' estar con él.

Él se quedó callado. Se le movió la mandíbula como cuando está aguantando decir algo que le quema por dentro.

-Sé que no vine a tiempo, Paula. No vine cuando más me necesitaban... y eso no me lo perdono ni yo.

-Eso ya lo sé.

Bernardo se movió un poquito, incómodo con la brisita fría que venía bajando del cerro. Yo me agaché a mirarlo y le hablé bajito.

-Voy a subirlo. No quiero que me coja más frío, apenas va saliendo de esa gripita.

Él se quedó quieto. Yo abrí la puerta del edificio y antes de entrar, me giré.

-¿Vas a subir... o te quedás ahí?

Me miró con los ojos llenos de algo que no supe si era culpa o esperanza.

-Subo.

Entramos. El ascensor estaba en el último piso, así que subimos por las escaleras. Yo sentía su respiración atrás, marcada. Como si se estuviera conteniendo de decirme mil cosas. Llegamos al apartamento, abrí y dejé el cochecito cerca de la puerta. Todo estaba calientico adentro. A salvo.

Con Bernardo en brazos. Estaba entre dormido y molesto por el trajín. Apenas vio a su papá, se le abrió una sonrisa suave, chiquita, sabiendo quien era el que tenía enfrente

-Mirá, mi amor... aquí está tu papá -le susurré al oído mientras lo alzaba.

-¿Puedo? -dijo Ángel con voz bajita, ronca, sin mirarme muy de frente.

Asentí. Le entregué al bebé con cierta duda. Pero Bernardo extendió los bracitos como si le confirmara que sí.

Él lo recibió como si fuera una oración. Se lo pegó al pecho y le empezó a llenar los cacheticos de besitos.

-Ay mi gallito... cómo te extrañé, con cojones, papi -murmuró contra su piel, haciéndolo reír bajito.

Y yo... yo no podía dejar de mirarlos. Se me vino un déjà vu tan brutal al pecho, como un golpe seco: esa escena, esa ternura, esa forma en la que él lo sostenía... Era como si el tiempo se devolviera. Como si no hubiera pasado todo lo que nos hizo trizas.

BABY MOMMA; Hades66Donde viven las historias. Descúbrelo ahora