Capítulo Treinta y Dos ꗃ 26 de Octubre del 2024 ꗃ SAN JUAN, Puerto Rico
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—¿Quieres algo más, mami? —escuché decir a Sol detrás de mí, mientras mami Celyz le decía que no con la cabeza, como si ya lo tuviera todo.
Se sentía una paz rara en el aire. No era alivio... era ese silencio que uno no termina de creerse.
Como cuando baja la brisa justo antes de que truene.
Después de aquel encuentro de Ángel con aquel tipo llamado Julio, todo parecía calmado... pero no se sentía tranquilo. Se sentía tenso, como si el barrio estuviera conteniendo la respiración.
—Sol, dale un ojo al bebé, porfa —le dije, necesitaba despejarme aunque fuera dos minutos.
Celyz y yo nos quedamos otra vez solas, mirando hacia el patio donde Ángel estaba bregando con todo lo del asado. Desde temprano andaba en esas: moviendo sillas, sacando la parrilla del cuartico, cuadrando la música, llamando a los primos. Un corre corre con cara de fiesta, pero con energía rara... como si estuviera evitando pensar.
No me quejaba, en verdad. Me gustaba ver la casa llena, sentir el calor de la gente, los olores a carbón, a sazón.
Pero lo conocía.
Yo sé cuando Ángel se está distrayendo pa' no explotar.
Y esa forma de meterle al asado con tanta intensidad... eso no era solo ganas de compartir.
—Ese hombre cuando tiene la cabeza revuelta se pone así, a hacer y deshacer —dijo Celyz, mirándolo fijo—. Como si pudiese cocinarse la rabia también.
Yo no respondí. Pero tenía razón.
Y justo ahí, se escuchó un sonidito que ya me tenía fichada: un balbuceo como si quisiera llorar pero a la vez no.
Era Bernardo.
Sol salió del cuarto con él en brazos. El nene venía con cara de "¿quién me jodió el sueño?", todo arrugado, coloradito y con el pelo más alborotado que nunca.
—Se levantó de mal humor, como siempre —dijo Sol riéndose mientras me lo pasaba—. Le trate de dar un poco de leche, pero lo que quiere es bulto.
Lo recibí sin mucho protocolo. Apenas lo cargué, se acomodó conmigo como si dijera "ajá, aquí es".
El calorcito del cuerpo, el peso justo, el olor a bebé recién levantado... todo eso me aterrizó. Me bajó revoluciones.
El sol le daba justo en la cabeza y se le notaba más lo loco del pelo. Tenía mechones que parecían de fuego mezclao con miel. No era ni pelirrojo ni castaño, era como una mezcla brava.
—Mira pa' eso —le dije a Celyz—. Este niño va a terminar con el pelo como candela.
—Igualito a Ángel cuando chiquito... pero con tu vuelta también. Esa carita de mal genio la sacó de los dos —respondió ella con una sonrisa medio ladeada.