Capitulo Cuarenta y uno ꗃ 25 de Diciembre del 2024 ꗃMEDELLÍN, Colombia
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El beso no se acabó. Al contrario... fue como si lo hubiéramos esperado desde hace meses.
Sus labios se encontraban con los míos otra vez con hambre. Con esa necesidad de volver a saberse, de reconocer lo perdido, de castigar y al mismo tiempo rogar. Me agarró por la cintura, fuerte, como si tuviera miedo de que me desvaneciera entre sus manos. Y yo no lo detuve. No lo aparté. Mi cuerpo, traicionero, lo reconocía. Lo necesitaba. Y mi boca, igual de débil, le respondía con el misma intensidad que él me echaba.
-More... -jadeó él entre beso y beso, con la voz ronca, descompuesta-. No sabes cuánto soñé con esto, mami...
-No hablés -le dije contra su boca, quitándole el hoddie junto a la camisa con rabia-. Solo tocame, si vas a hacerlo, pero no hablés. No quiero oírte ahora.
Y me obedeció.
Sus manos bajaron a mis caderas, luego a mis muslos. Me levantó como si nada. Me llevó hasta la pared, y ahí me apretó contra él como si quisiera fundirse conmigo. Su respiración chocaba con la mía, su lengua buscaba la mía con desesperación. Yo le mordía el labio. Él me murmuraba que estaba loco. Que siempre fui suya. Que no había un solo día donde no me pensara.
Y aunque mi cabeza me decía que parara, que no era correcto, que no solucionaba nada...
Mi cuerpo ya lo había perdonado. Al menos por esta noche.
Me llevó hasta el sofá, sin soltarme. Me bajó con cuidado sobre sus piernas, pero de suave no tenía nada. Me arrancó la blusa con una ansiedad casi dolorosa. Yo le arañé la espalda. Él me besó los senos como si quisiera pedirle perdón a cada pedazo de mí que alguna vez rompió. Lo sentía en su forma de tocarme. En la respiración entrecortada. En cómo murmuraba mi nombre entre dientes.
-Estás temblando... -le dije, con la voz ronca, los ojos clavados en los suyos.
-Es que no quiero cagarla otra vez, Paula. No quiero que esto sea solo deseo. Pero tampoco puedo fingir que no te necesito...
Me quedé en silencio, viéndolo. Ese era el problema con él: que sabía decir las palabras exactas en el momento más peligroso. Y yo, idiota, aún quería creerle.
-Solo hacelo bien... y no hablés más.-susurré, pegándome más a su cuerpo
Me tumbó en el sofá y se puso encima de mí. Me quitó los pantalones, la ropa interior, todo con una mezcla de ternura y furia. Me besó las piernas, el vientre, el pecho otra vez. Me tocó con dedos temblorosos, con la reverencia de quien toca una herida abierta. Lo sentía desesperado, dolido, intentando demostrarme con el cuerpo todo lo que no pudo decir con palabras.
Y entonces me penetró. Despacio. Muy despacio. Como si no quisiera asustarme. Como si supiera que en cualquier segundo yo podía arrepentirme.