Capítulo dieciocho Maratón 3/5 ꗃ 28 de mayo del 2022 ꗃ Guaynabo, Puerto Rico
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-¿Pa' ónde me llevas?- pregunté riendo nerviosamente. Hades me tenía con los ojos vendados y con los nervios de punta. Hacía rato que me había pasado a buscar, pero no me había parecido raro. Sin embargo, en vez de coger el camino hacia la casa, me vendó los ojos. Estaba asustada, obviamente. A pesar de ser pareja, no lo conocía muy bien.
-Cálmate, mami, ya tú vas a ver- habló, haciendo que sintiera cómo era que paraba el carro.
-Perate ahí, cuidao y te bajas. Espera a que yo te guíe pa'llá- dijo Ángel.
-Espero y no me mates, tengo una vida por delante- dije, intentando sonar tranquila.
-Acho, mami, yo no soy tan sádico. Primero te torturo- habló, dando su risa nasal. Ahora sí estaba cagadísima.
-Y tú crees que esa mierda da risa, Ángel. Soy capaz de abrir la puerta y no me importa si me atropellan- dije, intentando sonar firme.
-Tú tas loca. ¿Tú crees que yo le voy a hacer daño a la mujer que yo más amo?- dijo Ángel, con una voz suave y tranquilizadora.
Me sentí un poco más calmada, pero aún estaba intrigada.
-¿Qué es lo que estás planeando, Ángel?- pregunté, intentando sonsacarle información.
-Tú vas a ver, mami. Tú vas a ver- dijo.
Sentí como abría y cerraba la puerta del carro
y me ayudaba a bajar, me tomo de la mano y me guío hasta llegar al destino, no sabía de que se trataba ni nada por el estilo, sentí como me soltaba
-¡Ángel! ¿No me voy a caer?- dije algo nerviosa, escuché como movía unas llaves al parecer abriendo una puerta.
Este volvió a guiarme y entramos a un lugar que tenía mucho eco, nuestros pasos resonaban por todo el lugar.
-Se que te lo debía y estoy claro de que tú lo querías- dijo Ángel, con una voz llena de emoción. -Mami, quiero darte las gracias por nunca dejar que me rindiera y apoyarme en cada una de mis metas. La realidad es que te mereces esto y más, especialmente porque sé que has trabajado más para mi sueño que para el tuyo. Y ahora quiero agradecerte todo.
Sentía mis ojos arder y con las lágrimas ya al borde. Sus manos fueron atrás de mi cabeza, desapareció el nudo del pañuelo y lo dejó caer.
-Abre los ojos, mi reina- dijo, colocando sus manos alrededor de mi cintura.
Abrí los ojos y me encontré con una visión que me dejó sin aliento. Estábamos en una casa, una casa especial porque reflejaba todo lo que en varias noches habíamos planeado e incluso visto en nuestros sueños y conversaciones. La arquitectura, el diseño, los colores... todo era exactamente como lo habíamos imaginado.