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Capitulo treinta y seis
ꗃ 27 de Noviembre del 2024
ꗃMIAMI, USA

Capitulo treinta y seis ꗃ 27 de Noviembre del 2024ꗃMIAMI, USA

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Apenas había sacado a Bernardo de la bañera. Eran las diez y media de la noche. Yo no solía bañarlo tan tarde, pero últimamente el niño estaba con una inquietud tremenda. No me soltaba ni un segundo. Todo el día quería estar encima mío, pegadito a mi piel, buscando mi olor, mi calor... y por más que yo también quisiera tenerlo así a cada rato, hay momentos en los que sencillamente no puedo.

A veces siento que su manera de aferrarse a mí es una forma de pedir algo que no sabe decir con palabras. Que algo le hace falta. Y no me cuesta mucho entender qué es.

Desde que Yamil no está... desde que no lo ve, Bernardo no ha vuelto a ser el mismo. Se le nota. En la forma en que se pone inquieto, en cómo se le trepan las emociones, en esa manía que le ha dado por dormirse con la manito agarrada a mi blusa, como si no quisiera que lo suelte ni siquiera dormido.

Y lo entiendo. Porque Yamil, su papá, era su refugio también. Así Ángel llegara tarde del estudio o de los conciertos, cansado, sudado, rendido, apenas ponía un pie en la casa, ese niño brincaba de emoción. Era ver a su papá y se le prendía la chispa. Jugaban, reían, lo montaba en los hombros, le hacía voces chistosas... Y yo me quedaba mirando desde la puerta de la cocina, con la toallita de cocina aún en la mano, sintiendo cómo se me llenaba el pecho.

Bernardo era muy de papá. Eso lo sabíamos todos.

Y ahora, sin él, se ha quedado con ese vacío chiquito que no sabe explicar pero que lo persigue. Como un huequito en el corazón que solo se calma cuando está muy cerquita mío. Y aun así, a veces ni yo logro consolarlo del todo.

Esta noche, mientras lo secaba con su toallita azul, noté que sus ojitos brillaban más de lo normal. No era fiebre, no era cansancio... era nostalgia. Y me dolió. Me dolió en lo más profundo, porque uno como mamá puede abrazar, calmar, cantar, cargar... pero hay ausencias que ni el amor de una madre puede llenar del todo.

Le puse su cremita en los bracitos, en las piernitas, lo vestí con su pijamita suave de estrellitas y lo cargué por un rato más antes de llevarlo a la camita. Él se aferró a mí como si supiera que, apenas lo dejara, ese mundo al que aún no entiende del todo se iba a sentir otra vez un poquito más frío.

Después de arropar bien a Bernardo, me acosté con él un ratico. Se me acurrucó encima como si fuera un koala, con el chupete en la boca y su manito tibia agarrando mi blusa. Sentí su respiración hacerse lenta, tranquila... cerraba los ojitos poquito a poquito, como si le costara soltarse del todo del mundo. Y yo ahí, pegada a él, sin querer soltarlo tampoco.

Me quedé mirándolo unos minutos más, acariciándole la cabecita húmeda, hasta que el sueño lo venció por completo. Tenía el cuerpecito rendido, como si la tristeza también pesara. Entonces, con cuidado, me estiré hacia la mesita de noche y agarré el celular.

BABY MOMMA; Hades66Donde viven las historias. Descúbrelo ahora