Capitulo treinta y siete ꗃ 06 de Diciembre del 2024 ꗃCALIFORNIA, USA.
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Bernardo ya estaba dormido, acurrucado en mi pecho. Tenía su manita agarrada a mi blusa como si no quisiera soltarme por nada del mundo. Yo, en cambio, no lograba pegar los ojos. Me sentía agotada, sí, pero el alma la tenía revuelta. Ángel llevaba días sin quedarse en casa una noche entera. Salía por la mañana, regresaba en la madrugada, se bañaba, se recostaba un ratito -a veces ni me miraba- y volvía a irse. A mí se me encogía el corazón cada vez que escuchaba la puerta cerrarse detrás de él.
Y lo que más me dolía, más allá de la ausencia física, era ese vacío en la mirada. Esa desconexión. No hablábamos, no nos tocábamos como antes, y yo sentía que él cargaba con un mundo encima pero no me lo estaba dejando ver. Todo se sentía frío. Lejano.
Me removí en la cama, acomodando a mi hijo en la almohada, cuando escuché la puerta de entrada. Supe que era Ángel por el sonido de sus llaves cayendo en la mesita. Me levanté de una, con el corazón latiéndome duro en el pecho. Tomé a Bernardo en brazos y salí al pasillo.
-Yamil -le dije apenas lo vi subir las escaleras, la cara cansada, los ojos hundidos.
Él se frenó, me miró con esa mezcla de agotamiento y fastidio que tanto me partía.
-¿Qué pasó, more? Estoy explotao...
-Eso me queda claro -le solté, bajito pero firme-. Lo que no entiendo es por qué seguimos en esta casa encerrados como si fuéramos fugitivos. Dijiste que en Morovis ya todo se había calmado, ¿entonces por qué seguimos huyendo? ¿Qué está pasando, Ángel?
Él respiró profundo, se frotó la cara con ambas manos. No dijo nada enseguida, solo bajó la mirada.
-Es por seguridad, mami. No quiero que ustedes corran ningún riesgo. Están mejor aquí.
-¿Y cuál es ese riesgo del que no me hablas? Porque si ya todo estaba "tranquilo", ¿por qué todavía siento que estamos atrapados? ¿Por qué me siento tan sola con mi hijo mientras tú sigues metido en el estudio o en sabe Dios dónde?
-¡Tú no entiendes, Paula! -explotó de repente, subiendo un poco el tono-. Esto no es un capricho mío. Julio salió de la cárcel, ¿entiendes? Ese cab... ese tipo se apareció con amenazas... me dijo que me iba a clavar por la espalda con lo que más yo quisiera. ¡Y lo que más yo quiero son ustedes dos!
Me quedé helada. Sentí cómo me temblaban los dedos sujetando a mi bebé. No supe si del miedo, la rabia o la impotencia.
-¿Y por qué no me lo dijiste antes? -le pregunté, casi sin voz.
-¡Porque no quería asustarte, Pau! -replicó-. Porque ya tú has pasado por suficiente... yo no quería meter más presión. Pero no me iba a quedar cruzao' de brazos esperando a que ese loco hiciera algo.