Lo apartó de un empujón y cae hacia atrás, tambaleándose. Le suelto un golpe antes de que alcance a decir algo.
—¿Qué coño te pasa? — gruñó, golpeándolo de nuevo, sin darle tregua—. ¿Quién te crees para tocarla así?
Raúl intenta levantar la manos para cubrirse, pero no me detengo. Otro puñetazo. No tengo intención de dejar que se salga con la suya.
De repente, siento que alguien me agarra el brazo. Es Gabriel. Me sujeta con fuerza y, con la voz agitada, me dice:
—¡Alec, ya basta! ¡Lo vas a matar!
Me cuesta detenerme, cada músculo en mi cuerpo quiere seguir castigándolo. Finalmente, bajo los puños y me aparto, respirando con dificultad. Raúl se tambalea al ponerse de pie, escupe al suelo, dejando una mancha de sangre y me lanza una mirada llena de rabia.
— La próxima vez que la toques — digo entre dientes, con la voz baja y helada—, te mato.
Raúl no responde, solo me fulmina con la mirada y se aleja, visiblemente molesto. Me doy la vuelta y veo a Elaia abrazando a Adhara, intentado calmarla.
Siento como el coro se me hunde al ver su expresión. Me acerco y tomo sus manos, suavemente.
—¿Estás bien? ¿Te hizo algo? — le preguntó, mi voz se quiebra un poco.
— No me hizo nada malo. Alec... —me responde, con los ojos todavía llenos de miedo—. Solo... empezó a tocarme por todas partes, pero no llego hacerme nada.
La rodeo con mis brazos y la acerco a mí, deseando poder borrar el mal rato.
—Ya pasó. Nadie más te va hacer daño, ¿me oyes? Nadie —murmuro, acariciándole el cabello y tratando de calmarla tanto como puedo.
Más tarde, cuando todos se han ido y la casa esté en silencio, me encuentro en la habitación de Adhara, acostado a su lado. Ella me mira con una leve sonrisa, aún con el cansancio del día reflejado en sus ojos.
—Gracias por quedarte—me susurra, su voz suave y vulnerable.
Le acarició el rostro y le doy un beso en la frente.
—Tranquila, no tienes que agradecerme. No voy a dejarte sola, no después de todo lo que pasó. Descansa, no te preocupes por nada.
Ella asiente, sus párpados cerrándose lentamente, y pronto, siento respiración suave y acompasada. Me quedo un momento más, mirándola en la penumbra de la habitación.
Finalmente, me levanto con cuidado, asegurándose de no hacer ruido para no despertarla. Camino en silencio hacia la salida de la casa , cuando llego al carro y me dispongo a subir, noto un vehículo gris que se estaciona cerca. La puerta se abre y veo a Brittany bajando, sus tacones resonando en el pavimento. Sé detiene frente a mí, con una expresión seria y decidida.
—¿Así que aquí es donde vive tu novia? —pregunta, cruzando los brazos y arqueando una ceja.
La miró, conteniendo el fastidio que me provoca su presencia en este momento.
—¿Qué haces aquí, Brittany?— le preguntó, sin rodeos.
— Vengo a darte un mensaje— responde, acercándose un paso más—. Tu padre me dijo que te lo trasmitiera: aléjate de Adhara, porque si no... la cosa se va a poner fea.
Siento nudo de rabia en el pecho, pero mantengo la calma. No quiero darle la satisfacción de verme perder el control.
— ¿Es en serio?— le digo, con un tono de incredulidad—. Brittany, no me interesa nada de lo que mi padre quiera o deje de querer ahora.
Ella se acerca aún más, su rostro apenas a centímetros del mío.
— Tu padre quiere que estemos juntos y si no lo estamos, mi padre no va a cubrir la deuda. Sabes que podría hacerle la vida imposible a los tuyos. Así que piénsalo bien.
Me doy la vuelta, dispuesto a irme, pero escucho su voz otra vez, cortante.— Ten cuidado, Alec. Mantente lejos de Adhara, o habrá consecuencias.
Sin mirarla de nuevo, me subo al carro y cierro la puerta, ignorando sus palabras y encendiendo el motor. Mientras me alejo, solo puedo pensar en Adhara y en cómo protegerla de todo este desastre.
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Amor Imposible
RomanceAdhara lleva una vida tranquila y ordenada, siguiendo el camino que sus padres han trazado para ella. Alec parece tenerlo todo: lujos, viajes y una vida perfecta, pero las apariencias engañan. Cuando sus mundos colisionan inesperadamente, surge una...