Capítulo 40 Boda

1 0 0
                                    

                                    16 de Marzo

Me miré en el espejo, mis manos temblorosas tratando de alisar los pliegues de mi vestido. No podía creer que había llegado este día. El corpiño estaba adornado con perlas y cristales que brillaban con cada pequeño movimiento que hacía, y la falda caía en suaves capas, no tan voluminosa, pero con un toque elegante y discreto. Era un vestido de ensueño, digno de una princesa  aun así, no podía evitar sentirme como una niña pequeña punto de enfrentar algo inmenso.

Mi cabello estaba recogido en un moño estilo princesa, con algunos mechones sueltos que enmarcaban mi rostro. Sentía un nudo en el estómago y me costaba respirar.

— Te ves hermosa, hija—dijo mi mamá, acercándose por detrás. Puso una mano en mi hombro, sus ojos brillando con lágrimas de orgullo. Sentí un nudo en la garganta, pero me obligué a sonreírle.

—¡ Pareces una princesa! — interrumpió Elaia con una sonrisa amplia—. De verdad, muy muy linda. El novio debe estar súper nervioso allá afuera.

Quise responder, pero apenas pude asentir, sintiendo que los nervios me traicionaban. De pronto, la puerta se abrió de golpe y apareció la mamá del aya. Era increíble lo parecidas que eran; tenía el mismo cabello negro azabache y esos ojos marrones tan oscuros que casi parecían negros.

— Ay, mi niña, todo está quedando perfectamente bien —dijo ella con una voz dulce que llenaba la habitación de calidez—. De aquí, de la iglesia, nos vamos directito a la fiesta en la playa. ¡Va a ser una celebración inolvidable!

Asentí de nuevo, sintiéndome abrumada por la emoción y el miedo al mismo tiempo. Justo entonces, escuché un golpe suave en la puerta.

—Disculpen, no quiero interrumpir —dijo Gabriel mientras asomaba la cabeza por la puerta con una sonrisa divertida—, pero alguien aquí necesita a su mamá..  

En sus brazos llevaba a un pequeño bebé, un niño de apenas cuatro meses. Era precioso, con esos ojitos claros que había heredado de Gabriel, pero con la ternura en la expresión que tanto me recordaba a Elaia . Me acerqué para saludarlo, tratando de mantener la compostura.

—Hola, chiquito —le dije con suavidad, acariciando su mejilla regordeta. El bebé soltó una risita encantadora, haciendo unos sonidos adorables que me sacaron una sonrisa genuina.

Antes de que pudiera decir algo más, mi mamá volvió a entrar en la habitación con una expresión decidida.

— Bueno, ¿ya estás lista? —preguntó, entregándome el ramo de tulipanes rojos que había elegido para este día tan especial.

Respiré hondo, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con salir. —No... pero sí —respondí, intentando sonar segura.

Me tomó las manos y me dio un apretón cariñoso antes de salir. Caminamos juntas hacia la entrada de la iglesia, donde vi a mi papá esperando. Mi corazón latía desbocado en mi pecho.

— Papá, ya puedes voltear —le dije con una voz temblorosa.

Cuando se giró para verme, sus ojos se llenaron de lágrimas al instante.

— Estás... estás tan hermosa, hija —dijo con la voz entrecortada.

Tomé su brazo para apoyarme mientras trataba de controlar mis propios nervios. —Estoy muy nerviosa, papá —susurré.

Él respiró hondo y me miró con una sonrisa suave. —Sabía que este día iba a llegar, pero no estaba preparado para verte casarte. Eres mi niña... pero hoy te entrego a alguien que sé que te hará feliz..

Amor Imposible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora