Me encontraba sola en un cuarto oscuro, inmovilizada, sintiendo el peso de su mano en mi piel. Era Raúl. Intentaba resistirme, moviéndome de un lado a otro, suplicándole entre sollozos.
—Por favor, Raúl, para... déjame en paz.
Pero mis palabras parecían no alcanzarle; si rostro se mantenía inmutable, sus manos no se detenían, y mi desesperación solo crecía. Sentí como empezaba a quitarme la ropa, y mi garganta se desgarraba en un grito que nadie oía.
—¡ Para, por favor... por favor, para!
De pronto, abrí los ojos de golpe, respirando entrecortadamente, con lágrimas corriendo por mis mejillas. Miré alrededor y sentí un alivio doloroso al darme cuenta de que solo había sido una pesadilla. Pero al girarme hacia el lado donde debería estar Alec, noté que la cama estaba vacía. Ya era de día, el sol se filtraba por las cortinas, y vi la hora en el reloj; aún era temprano.
Me limpié el rostro, tratando de calmar el temblor de mi cuerpo. Al ver el teléfono, comprobé que no tenía ningún mensaje, ni de Alec ni de nadie más. Bajé las escaleras lentamente, imaginando que mis padres ya habrían regresado de la cena de anoche. Al llevar al comedor, los encontré hablando en voz baja, sus rostros serios.
—Buenos días — les saludé, tratando de sonar natural—. ¿Qué tal les fue ayer en la cena?
Mi padre me miró con una expresión de desaprobación que me puso en alerta.
— Nos fue bien— respondió mi madre, pero su tono tenía un peso que hizo que mi estómago se encogiera.
—¿ Qué pasa? — pregunté, sintiendo un escalofrío.
Entonces, mi padre se levantó furioso y golpeó la mesa con ambas manos.
— Recibí una llamada de Raúl. Me dijo que Alec estuvo anoche en la casa... y que le dio una golpiza
Me quedé congelada. Sentí la sangre a hervir en mis venas y, sin pensarlo, respondí:
— Sí, y muy merecida la tenía.
Su rostro aún más furioso.
—¡Estoy cansado de tus actitudes y tus acciones, Adhara! — Me gritó.
—¿Acaso Raúl no te contó la historia completa, de lo que él hizo?— repliqué, intentando explicarle
Pero mi padre no me dejó terminar. Mi madre, poniéndose de pie, me miró con una mezcla de desconcierto y pena.
— ¿Qué te pasa, hija? ¿Por qué estás actuando así?
Las palabras se desbordaron de mis labios antes de poder detenerme:
—¡ Porque ya estoy cansada de esconder a Alec! Yo lo amo, y él va a ser parte de mi vida, me guste o no.
Antes de qué pudieran decirme más, subí a mi habitación y comencé a meter mis cosas en un bolso. Las lágrimas resbalaban por mi rostro mientras, con manos temblorosa, guardaba mi ropa, mi cámara y todo lo que pudiera necesitar. Bajé con el bolso, y me paré en medio de la escalera a escribir un mensaje rápido a Alec:
Yo:
Voy para tu casa.Al verme bajar, mi madre se acercó, con los ojos llenos de lágrimas.
— ¿A adónde crees que vas?— me preguntó, con la voz temblorosa.
La miré firme.
— Necesito irme unos días. No puedo seguir aquí si ustedes no pueden aceptar mi relación con Alec.
Mi padre, mirándome con una decepción que dolía, intervino.
— Estoy muy decepcionado de ti, Adhara. ¿ Cómo puedes hacernos esto?
Mi madre, sollozando, murmuró, con una voz rota me dijo :
— Es él o nosotros.
Sentir las lágrimas acumularse, pero mantuve la mirada firme.
— Ya tomé mi decisión— respondí—. Lo siento.
Con esas palabras, salí de la casa, sintiendo el peso de cada paso, pero decidida a luchar por lo que sentía.
Llegué a casa de Alec con el corazón latiéndome aún en la garganta después de la discusión con mi padre. Alec me recibió con una mirada de preocupación y enseguida me abrazó.
—¿Qué pasó, Adhara?—me preguntó suavemente, aún sin soltarme.
—Tuve una discusión con mis padres...bastante fuerte.—. Decidí que necesitaba irme unos días de casa. No sé cuánto tiempo, pero...necesito espacio.
Alec me miró con compasión y asintió.
— Tranquila. Todo va a estar bien, pronto vamos a salir de todo esto.Lo miré con una mezcla de esperanza y frustración.
— ¿Cuán pronto, Alec? Has estado diciendo "pronto" desde hace tiempo, pero todo sigue igual. No ha pasado nada...
Alec suspiró y pasó una mano por su cabello.
— Hay que tener paciencia Adhara. Las cosas no se logran de la noche a la mañana.
Baje la mirada, intentando absorber sus palabras. A pesar de mis dudas, decidí confiar en él.
—Está bien — le respondí, intentando sonreír—. Por cierto, ¿tu mamá está en casa?
— No, se fue a España por unos asuntos de negocios. No va a estar por unos días.
Asentí. Al menos así tendríamos algo de tranquilidad sin preocuparnos por interrupciones inesperadas.
Al rato, nos acomodamos en el sofá y pusimos una película, algo ligero para despejarme de todo el drama que había dejado atrás. Pero a mitad de la película, Alec se levantó y miró con una sonrisa traviesa.
— Voy a preparar la cena. ¿Quieres ayudarme?
—Claro— Respondí, aliviada de tener Aldo en que ocuparme.
Nos dirigimos a la cocina, y Alec comenzó a reunir los ingredientes para hacer pasta con champiñones. Mientras me enseñaba a hacer la salsa, bromeábamos y nos reíamos, olvidándonos de todo por un momento. Cuando la pasta estuvo lista, nos sentamos en la mesa y Alec sirvió dos platos generosos.
Mientras cenamos, Alec dejo los cubiertos a un lado y me miró con una sonrisa que me hizo levantar una ceja.
— Tengo una sorpresa para ti.
—¿Qué es? — pregunté intrigada.
Alec sacó de su bolsillo dos boletos de avión y me los extendió.
— Son para viajar a Polinesia francesa— dijo, con una sonrisa que iluminó toda su cara—. Los compré como otro regalos de tu cumpleaños... para que podemos escapar de unos días y dejar atrás todo esto.
No pude contener la emoción.
—¡¿En serio, Alec!? ¡Es increíble! — Mis palabras salieron entrecortadas mientras lo abrazaba emocionada. Sin pensarlo, me acerqué y le di un beso suave en los labios.
Terminamos de cenar y, y aún emocionado por el viaje, Alec toma mi mano y me dio su su habitación. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que estábamos dejando a nuestros problemas afuera, aunque fuera sólo por un instante .
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Amor Imposible
RomanceAdhara lleva una vida tranquila y ordenada, siguiendo el camino que sus padres han trazado para ella. Alec parece tenerlo todo: lujos, viajes y una vida perfecta, pero las apariencias engañan. Cuando sus mundos colisionan inesperadamente, surge una...