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El aire en el espacio parecía haberse vuelto más denso, cargado de una tensión palpable que ni siquiera la música del club podía disipar. Gala, todavía enredada en la tormenta de emociones que la había envuelto tras el primer beso, sintió que el tiempo se detenía mientras sus ojos permanecían clavados en los de Karime. Sus miradas, profundas y ardientes, hablaban un lenguaje que ninguna de las dos se atrevía a verbalizar.

Ambas permanecieron inmóviles, respirando entrecortadamente, sus cuerpos apenas separados. Pero la atracción entre ellas era demasiado poderosa para ignorarla. Karime, como empujada por una fuerza mayor, volvió a acercarse, sus manos encontrando de nuevo el camino hacia las caderas de la más alta.

Esta vez, el beso no tuvo la timidez inicial. Fue voraz, una confesión muda de deseos contenidos durante demasiado tiempo. Gala retrocedió un paso hasta que su espalda tocó la pared del baño, y Karime la siguió sin dudar, apoyando su peso contra ella, como si necesitara sentirla más cerca, más real.

Ambas estaban bajo los efectos del alcohol, pero no lo suficiente como para justificar sus acciones. Eran completamente conscientes de lo que hacían; el alcohol solo les había dado un poco más de valor, derribando las barreras que hasta entonces habían mantenido.

Las manos de Karime, inicialmente firmes en la cintura de Gala, comenzaron a explorar con deliberación. Subieron lentamente por la curva de su espalda antes de posarse en su rostro. Con un gesto suave pero lleno de intención, sostuvo su rostro, profundizando el beso. Mientras tanto, Gala dejó que sus propias manos buscaran el abdomen expuesto y firmemente marcado, trazando con sus dedos líneas delicadas sobre la pálida piel.

El vestido de Gala parecía una extensión de su propia piel, y Karime lo percibía con cada roce, cada caricia. La abertura en las caderas de su pantalón dejaba entrever fragmentos de su piel, y Gala no pudo evitar que sus manos buscaran ese contacto. El mundo alrededor se desvaneció; no había hospital, no había reglas, solo el calor de sus cuerpos y el latido acelerado de sus corazones.

Mientras las caricias continuaban, la cirujana susurró contra los labios de Gala, con una voz cargada de deseo y fascinación:

—Eres una diosa... —sus dedos delineaban el contorno del rostro de Gala—. No sé por qué me intrigas tanto. Eres una diosa misteriosa.

Gala, sintiendo un escalofrío que la recorrió desde los pies hasta la cabeza, dejó escapar un susurro cargado de emoción:

—Y tú... eres guapísima, como una diosa egipcia.

Las palabras de Gala parecieron encender algo más en Karime, que cerró el diminuto espacio que separaba sus bocas con hambre y una urgencia. Gala le siguió sin titubeos, dejándose llevar por la intensidad del momento. Pero este fue interrumpido por un sonido externo. Las voces de dos chicas que se acercaban al baño rompieron la burbuja que habían creado. Ambas se detuvieron, pero el contacto no cesó de inmediato. En lugar de separarse bruscamente, lo hicieron lentamente, con evidente dificultad, como si sus cuerpos se resistieran a perder ese enlace.

Mientras Gala respiraba profundamente para calmarse, Karime subió la mirada y notó algo. El labial borgoña de Gala, antes impecable, ahora estaba corrido, manchando ligeramente el contorno de sus labios. Sin pensarlo dos veces, Karime llevó su pulgar con suavidad hacia los labios de Gala, limpiando con delicadeza las marcas como si fuera lo más natural del mundo.

Tu labial... —susurró calmadamente, sin apartar la vista de su rostro.

El roce de su piel contra la de Gala fue casi tan íntimo como el beso que habían compartido. La cercanía entre ambas seguía siendo abrumadora, el aire aún cargado de la tensión que no habían disipado. Gala, todavía apoyada contra la pared, sostuvo la mirada de Karime con una mezcla de sorpresa y deseo.

Anatomy Of Two | GarimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora