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El recorrido por el hospital fue todo menos relajante. Los pasillos del Imperial Care parecían un laberinto perfectamente organizado, donde cada movimiento tenía un propósito. El Dr. Bezares lideraba al grupo con su inconfundible porte de autoridad, caminando con pasos firmes mientras los residentes lo seguían en silencio, atentos a cada palabra.

—Este hospital no es solo un lugar para sanar, es una maquinaria en constante movimiento. Aquí no hay pausas ni margen para errores —comenzó Bezares, su voz resonando en las paredes como un eco que parecía reafirmar cada rincón del lugar.

Gala absorbía cada detalle, desde las puertas numeradas hasta los monitores que emitían pitidos constantes en las salas aledañas. Podía sentir cómo el aire se llenaba de tensión, como si el peso de las vidas que pendían de un hilo estuviera impregnado en cada baldosa.

—Van a rotar por todas las áreas: neurología, cardiología, pediatría, obstetricia y ginecología. Se les asignará un médico titular en cada rotación. Ellos serán sus guías y, en algunos casos, sus jueces. Este no es un lugar para los débiles. Aquí se aprende bajo presión, y si no pueden con eso, más vale que lo descubran pronto.

El grupo llegó a una pequeña sala donde una enfermera esperaba con una pila de expedientes. Bezares comenzó a repartirlos, deteniéndose brevemente para asignar a cada residente con un médico titular. Cuando llegó el turno de Gala, el hombre le entregó un expediente con un gesto breve.

—Vas a estar con la Dra. Durante en neurología, —indicó sin mirarla—. Es estricta, pero justa. Aprovecha esa suerte.

—Entendido, doctor —respondió Gala con firmeza, sosteniendo el expediente contra su pecho.

Había oído hablar de la Dra. Durante, una neurocirujana de renombre, conocida por su precisión quirúrgica y su carácter implacable.

Decidida a no perder tiempo, Gala se encaminó hacia la unidad de neurología, repasando mentalmente los datos del paciente mientras sostenía el expediente contra su pecho. Los tacones de las enfermeras resonaban en los pasillos, y a medida que avanzaba, podía sentir cómo el hospital cobraba vida a su alrededor. Médicos y residentes iban y venían, sus conversaciones rápidas y técnicas creando una cacofonía que solo alguien familiarizado con ese mundo podía comprender.

Cuando llegó al pasillo donde estaba la habitación del paciente, levantó la mirada para buscar el número correcto. Se detuvo frente a la puerta, respiró hondo y ajustó los papeles en sus manos. Sin embargo, antes de que pudiera girar el picaporte, una figura salió de la habitación de al lado con un movimiento rápido.

La pelirroja no tuvo tiempo de reaccionar. El choque de dos anatomías fue inevitable y una corriente electrizante recorrió su ser.

Los papeles volaron de sus manos, el expediente cayó al suelo con un golpe seco, y Gala apenas logró retroceder un paso para recuperar el equilibrio. Al levantar la vista, se encontró con unos ojos oscuros que la miraban con mezcla de curiosidad y exasperación, nuevamente frente a ella la Dra. Karime Pindter.

La pelinegra, tan impecable como siempre en su uniforme quirúrgico, arqueó una ceja mientras bajaba la mirada hacia los papeles esparcidos por el suelo con una leve expresión de sorpresa. Sin embargo, su mirada permaneció tranquila, casi como si ya estuviera acostumbrada a este tipo de situaciones. La esquina de su boca se curvó en una leve sonrisa, pero no había humor en sus ojos, solo un destello de reconocimiento mezclado con algo que la mas alta no pudo descifrar.

—Vaya, —dijo Karime con un tono que destilaba ironía, mientras cruzaba los brazos frente al pecho—. Al menos esta vez no fue café.

Gala respiró hondo, tratando de mantener la compostura, se consideraba una mujer segura de si misma pero no podía negar que la personalidad frente a ella era intimidante. Se agachó de inmediato para recoger los papeles, su mente funcionando al mismo ritmo que su corazón acelerado.

Anatomy Of Two | GarimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora