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El día había comenzado como cualquier otro, con las luces fluorescentes del hospital iluminando los pasillos con su frío resplandor. El sonido constante de los pasos apresurados de los residentes, mezclado con los murmullos de los pacientes en los pasillos, era la banda sonora del ajetreo diario. 

Aquel día, Karime Pindter estaba en su turno habitual, revisando las notas de los pacientes, las intervenciones programadas, mientras Gala se movía entre las áreas comunes del hospital en busca de la Dra. Durante. Aunque sus ojos no se cruzaron inmediatamente, la mayor notó su presencia antes de verla. Era como si la habitación se llenara de una energía diferente, algo sutil, pero inconfundible. Al levantar la vista, sus ojos se encontraron, y por un momento, el tiempo pareció detenerse.

Gala no estaba acostumbrada a este tipo de encuentros, sobre todo con la Dra Karime Pindter. Aunque se había acostumbrado a verla en su faceta profesional, aquella mirada directa y penetrante tenía un peso diferente, algo más personal. Karime no sonrió, pero había algo en su expresión que transmitía un desafío, una invitación a acercarse. Gala, aunque consciente de la mirada profunda de la cirujana, decidió no apartar los ojos. En lugar de sentirse intimidada, algo en su interior comenzó a despertar: un deseo de conectar más allá de la superficie, un deseo que, hasta ese momento, había estado reprimido.

El pasillo se llenó con el ruido de pasos apresurados de otros residentes, pero ese momento de contacto visual entre ambas fue un pacto silencioso que no necesitaba palabras. Cuando la mujer de cabello oscuro, con su acostumbrada elegancia, giró para seguir su camino, Gala sintió un ligero cosquilleo en el estómago, un deseo reprimido que parecía nacer de algo más que una simple conexión profesional.

A lo largo de la mañana, Montes intentó concentrarse en su trabajo, pero las imágenes de esa mirada penetrante, casi desafiante, seguían apareciendo en su mente. Cada vez que la pensaba, sentía una presión en el pecho, como si su corazón estuviera latente, esperando algo que no sabía cómo definir. La sensación era nueva, algo que no había experimentado antes con nadie. No podía concentrarse del todo en los casos, ni en la tarea que la Dra. Durante le había asignado. La presencia de cierta doctora guapa estaba en todos los rincones del hospital, en cada esquina, en cada respiración.

Mientras tanto, Karime, aunque exteriormente calmada y controlada, no podía evitar sentirse atraída por esa chispa de vulnerabilidad que Gala había dejado entrever en su comportamiento. La joven residente, aunque confiada en su habilidad como médica, no podía ocultar la mezcla de nerviosismo y expectación que se reflejaba en su rostro cada vez que la Dra. Pindter pasaba cerca. Karime sabía que Gala la observaba, que su presencia causaba algo en ella. Y, por alguna razón, eso comenzaba a desestabilizarla.

En su mente, Karime era una mujer que se había formado en el control, que había aprendido a dominar la sala de operaciones, a mantener la calma incluso en los momentos de mayor presión. Pero Gala, con su mirada constante y su leve inquietud, despertaba algo diferente en ella. Algo que no podía ignorar.


Durante el almuerzo, la residente decidió unirse a sus amigos, Micky y Briggitte, en el comedor. Con la bandeja en las manos, se dirigió a la mesa donde ellos ya la esperaban, pero sus pensamientos seguían atrapados en el magnetismo de la pelinegra. Se sentó con ellos, sonrió distraídamente, y empezó a comer sin darse cuenta de que apenas participaba en la conversación.

—¿Gala? ¡Tierra llamando a Gala! —dijo Micky, agitándole la mano frente al rostro.
—¿Eh? Perdón, ¿qué decías? —respondió Gala, sacudiéndose un poco de su ensimismamiento.
—Estás en las nubes, amiga. ¿Estás bien? —preguntó Briggitte con una sonrisa curiosa mientras la observaba detenidamente.
—Sí, claro, es solo que... no dormí bien anoche. Creo que todavía no me acostumbro al ritmo del hospital —mintió Gala, buscando una excusa que no delatara el torbellino de pensamientos que ocupaba su mente.

Briggitte pareció aceptar la respuesta, pero Micky arqueó una ceja con escepticismo, aunque no insistió. En su lugar, cambió de tema rápidamente, lanzándose a una discusión sobre los rumores que circulaban entre los residentes.

—¿Ya escucharon que mañana en la noche será la fiesta de bienvenida para los nuevos residentes? —dijo Micky con entusiasmo.
—¡Sí! —respondió Briggitte, emocionada—. Me dijeron que hasta los enfermeros están invitados. Va a ser en ese lugar de eventos que está a unas cuadras del hospital.

Gala, todavía algo distraída, levantó la vista de su comida.
—¿Y qué tan formal es? ¿Es algo organizado por el hospital o más bien una reunión informal? —preguntó, tratando de seguir el hilo de la conversación.
—Un poco de ambos, creo —respondió Briggitte—. Según me dijeron, no es obligatorio ir, pero es una buena oportunidad para relajarnos y conocer a todos en un ambiente menos estresante.

—¿Creen que vayan los médicos titulares? —preguntó Briggitte con una chispa de curiosidad.

Micky negó con la cabeza de inmediato, soltando una carcajada.
—¡Claro que no! Esos son otro nivel. A ellos no les interesa socializar con los simples mortales como nosotros. Seguro están ocupados con sus propios círculos exclusivos.

—Pero ustedes dos deberían ir —continuó Micky, mirando a Briggitte y a Gala con complicidad—. Es una fiesta, habrá música, y después de esta semana loca, lo necesitamos.

—Yo no sé... No soy muy de fiestas —dijo Gala, dudando, aunque sabía que su mente todavía estaba atrapada en todo lo que había pasado ese día.
—Ni lo pienses, Gala. Vas y punto. —Briggitte le dio un pequeño empujón en el brazo, sonriendo—. Micky tiene razón, necesitamos distraernos.

Gala sonrió suavemente, sin comprometerse, pero por dentro sabía que la idea de la fiesta la llenaba de una mezcla de emoción, quizás era el momento de desestresarse y conocer mas el ambiente de su nuevo trabajo. Había algo que la inquietaba, una sensación de que el simple hecho de estar en un espacio más relajado podría hacerla bajar las barreras que había estado levantando en torno a sus pensamientos sobre cierta persona. Y aunque sabía que probablemente la Dra. Pindter no asistiría, el solo hecho de pensar en ella la hacía sentir vulnerable de una manera que no terminaba de comprender.

Mientras continuaban hablando de la fiesta y otros rumores del hospital, Gala trató de concentrarse en la conversación. Pero, en el fondo, su mente volvía a los ojos de Karime, a ese interés inexplicable que parecía crecer con cada mirada. Sin darse cuenta, estaba entrando en un juego peligroso, uno que ni siquiera sabía si estaba preparada para jugar.

Anatomy Of Two | GarimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora