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El lunes por la mañana comenzó como cualquier otro para Gala Montes: un mar de actividad constante. Los pasillos se llenaban de pacientes, enfermeros y médicos moviéndose con rapidez y precisión, ella se sentía más pesada de lo habitual. La noche anterior apenas había dormido, y el cansancio se reflejaba en sus movimientos. El café que había tomado temprano parecía haber perdido su efecto, pero se esforzaba por mantener la compostura.

Mientras revisaba su lista de pacientes del día, intentaba ignorar la punzada de incomodidad que sentía. Concéntrate, Montes. Esto es trabajo, nada más, se repetía a sí misma.

El tercer paciente de la mañana estaba registrado como "Carlos Martínez", un hombre de 72 años que había ingresado el día anterior por complicaciones cardíacas leves. Nada que no pueda manejar, pensó Gala con confianza al entrar en la habitación, el expediente en una mano y una sonrisa profesional en el rostro.

—Buenos días, señor Martínez. Soy la Dra. Montes. ¿Cómo se siente hoy?

El hombre, de cabello canoso y ceño fruncido, alzó la vista y la examinó de pies a cabeza con una mirada crítica.
—¿Usted es la doctora? —preguntó con incredulidad, como si estuviera convencido de que había algún error.

Gala asintió, manteniendo la calma.
—Así es. He revisado su caso y vengo a realizar algunas preguntas antes de su revisión general.

El hombre bufó con desdén.
—¿Qué edad tiene usted? ¿Veintitantos? Esto debe ser una broma. ¿No hay nadie con más experiencia? ¿Un hombre, tal vez?

La sonrisa de Montes vaciló por un instante, pero rápidamente retomó su compostura.
—Señor Martínez, estoy aquí para ayudarlo. Soy parte del equipo médico y estoy capacitada para atenderlo.

—Capacitada... —repitió el hombre con sarcasmo, negando con la cabeza—. Mire, señorita, yo quiero que me atienda alguien que sepa lo que hace, no una aprendiz que parece más preocupada por su maquillaje que por los pacientes.

El comentario le cayó como un balde de agua fría, pero intentó no mostrarlo. Respiró hondo y abrió el expediente.
—Entiendo su preocupación, pero puedo asegurarle que estoy aquí para velar por su salud. Si me permite, procederé con el examen.

El tono de su voz era firme, pero el hombre no estaba dispuesto a ceder.
—No, gracias. Prefiero esperar a alguien que realmente inspire confianza.

Gala sintió que un nudo comenzaba a formarse en su garganta. Su profesionalismo era lo único que la mantenía en pie, pero el paciente comenzaba a alterarse de una forma que se salía totalmente de su control

—¡Largo de aquí! Exijo a un doctor de verdad, salga—gritó con un tono molestamente alterado, al igual que su actitud.

Antes de que pudiera intervenir, una voz firme se escuchó desde la puerta.

—¿Hay algún problema aquí?

Gala giró la cabeza y vio a Karime Pindter de pie en el umbral, con la Dra. Paola Durante justo detrás de ella. Ambas llevaban sus batas impecables y sus expresiones denotaban autoridad. Karime dio un paso adelante, y la atmósfera en la habitación cambió al instante.

—Esta de aquí es el problema, yo necesito a un doctor, ella es una niña ¿Cómo va a atenderme? 

—Señor...

—Martínez —completó Gala en un susurro

—Señor Martínez —dijo Karime, con una calma casi glacial—, soy la Dra. Pindter, jefa de Ginecología y Obstetricia. Entiendo que tiene algunas reservas respecto a ser atendido por la Dra. Montes, pero le aseguro que está en buenas manos, ella está más que calificada para ayudarlo. Ahora, por favor, colabore para que podamos avanzar.

Anatomy Of Two | GarimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora