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El consultorio de la Dra. Karime Pindter siempre era un reflejo de su personalidad: impecable, organizado, y con un aire de sofisticación que incluso el ajetreo del hospital no podía alterar. La doctora cerró el expediente de su última paciente con un movimiento preciso, su manicura perfecta brillando bajo la luz blanca. Había sido un caso rutinario, un control prenatal sin complicaciones. Sin embargo, incluso en las citas más sencillas, Karime proyectaba una autoridad que daba seguridad a sus pacientes.

—Todo en orden, señora Guzmán. Nos veremos en dos semanas para el siguiente control. —Le ofreció una sonrisa profesional antes de abrir la puerta del consultorio.

La paciente agradeció antes de salir, dejando tras de sí un rastro de emoción. Karime, no obstante, mantuvo la compostura; después de todo, era su rutina diaria. Cuando quedó sola, dejó escapar un suspiro corto, más por hábito que por cansancio real, y procedió a quitarse la bata.

Fue entonces cuando lo recordó.

El chaleco color blanco que llevaba debajo tenía una mancha oscura en el costado. Café. Apenas visible, pero suficiente para irritarla. Su ceño se frunció mientras la escena de aquella mañana regresaba a su mente: el choque, el aroma a café derramado, y los ojos grandes y brillantes de la pelirroja que se disculpaba torpemente.

Karime negó con la cabeza, tratando de sacarse el nombre de la mente, pero algo en esa chica la había dejado con una sensación extraña. No era común que alguien captara su atención fuera del quirófano o de los retos médicos. ¿Curiosidad? ¿Intriga? No sabía definirlo, pero ahí estaba, revoloteando en su cabeza como una nota desafinada en una sinfonía perfecta.

Se giró hacia el espejo, acomodando su cabello oscuro antes de revisar la hora en su reloj de pulsera, un modelo Cartier. El diseño minimalista y caro del accesorio reflejaba la practicidad lujosa que definía su vida.

—Hora de las rondas —murmuró para sí misma, volviendo a colocarse la bata blanca que llevaba su nombre bordado.

Con paso firme, salió del consultorio rumbo a las habitaciones del área de cirugía. Su porte impecable, su andar elegante y su mirada centrada hicieron que las miradas se volvieran hacia ella. Karime no lo notaba, o tal vez simplemente no le importaba.


Mientras tanto, Gala caminaba por los pasillos con el expediente de la señora Menéndez aún en la mano. Había pasado la última hora revisando estudios y coordinando con radiología para las imágenes más recientes. Aunque apenas era su segundo día, se sentía más integrada al ritmo del hospital.

De pronto, su monitor emitió un pitido agudo, llamando su atención. Lo revisó de inmediato y vio el mensaje: "La Dra. Durante la necesita en la sala de emergencias. Caso urgente."

El corazón de Gala se aceleró mientras apretaba el paso, esquivando a médicos y enfermeras en su camino. Cuando llegó, encontró a la Dra. Durante junto a un equipo médico alrededor de una mujer embarazada que respiraba con dificultad.

—Dra. Montes, ven aquí. Necesito que tomes nota. Este caso requiere intervención inmediata. —La voz de Durante era clara, calmada, pero firme.

Gala se acercó rápidamente, evaluando la escena. La paciente, una mujer de unos treinta años, tenía una mano sobre su vientre abultado y la otra apretando la sábana con fuerza. Su rostro mostraba una mezcla de miedo y dolor.

—¿Qué tenemos, doctora? —preguntó Gala con un tono fuerte.

—Aneurisma cerebral. Está en su tercer trimestre, lo que complica aún más la situación. Necesitamos la opinión de obstetricia antes de proceder. Ya he llamado a la Dra. Karime.

Anatomy Of Two | GarimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora