Hasta pronto, amigo.

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No me odien, primer aviso.

Narrador Omnisciente.

Kara abrió los ojos lentamente, sintiendo una extraña calma en el aire. Giró la cabeza hacia el suelo al costado de la cama, donde esperaba encontrar el familiar bulto de Kripto descansando. Pero no estaba allí. Recordaba claramente que el perro desde que era pequeño tenía esa costumbre de entrar a su habitación para recostarse al lado de su cama cada mañana luego de que Lena despertaba para ir al baño antes del amanecer; no había día en que su compañero de 16 años no hiciera eso.

Frunció el ceño, sentándose de golpe. Algo no estaba bien. Kripto siempre estaba ahí, siguiéndola como su sombra desde que ella había decidido adoptarlo cuando cortejaba a Lena y cuando intentaba sacar sonrisas a una Ruby muy asustada.

—¿Kripto? —Llamó en voz baja, esperando escuchar el familiar golpeteo de su cola contra el suelo, pero no escuchó nada. — Amigo, ¿dónde estás?

Con un nudo en el estómago, Kara se levantó y caminó hacia la puerta del dormitorio, los pies descalzos haciendo crujir la madera del piso. Bajó las escaleras rápidamente, y entonces lo vio: recostado en su manta favorita, su cuerpo parecía más pequeño, como si la fuerza lo estuviera abandonando; no era el perro vigoroso que corría tras los niños, que se acurraba contra Lena casi con una sonrisa burlona por haberle quitado su espacio o que intentaba tirar las complejas construcciones de Liam porque sabía que era el único que podía hacerlo sin ningún tipo de consecuencia. No parecía ser ese cachorro juguetón que alguna vez se metió a la cuna con Lutessa o que tomaba las ropas de Lori cuando era pequeña porque la niña era un huracán que hartaba hasta el mismo perro autodenominado "el demonio primero".

Kara se arrodilló junto a él, sus manos temblando mientras acariciaba la cabeza del perro con delicadeza. Kripto abrió los ojos al sentir su toque, pero su mirada estaba apagada, cansada, tanto que apenas logró inclinarse tiernamente hacia la caricia de su dueña.

—Lena... —Llamó Kara, su voz quebrándose. — Lena, te necesito.

Arriba, Lena escuchó su nombre y el tono de preocupación que lo acompañaba. Dejó el libro que tenía en las manos porque se había dispuesto a leer esa tranquila mañana de sábado y bajó de inmediato, sus pasos rápidos resonando en la escalera, acrecentados por el silencio de una mañana donde la casa Zor-El Luthor aún dormía.

—¿Qué ocurre? —Preguntó, deteniéndose al pie de las escaleras. Sus ojos se posaron en la figura de Kripto, y su expresión cambió de inmediato a una mezcla de alarma y tristeza, dándose cuenta de que el momento que había temido durante años podía estar en las puertas de su casa.— Oh, no...

Lena se acercó despacio, arrodillándose junto a Kara. Sus ojos analizaron al perro con detenimiento, notando lo poco que levantaba la cabeza y el débil movimiento de su cola con el que siempre era recibida.

—Está tan débil... —Murmuró Lena, pasando su mano por el lomo de Kripto, logrando que el cachorro lanzara un pequeño lamento que casi parecía un pedido de auxilio— ¿Se había comportado raro estos días? ¿lo has visto débil?

Kara negó con la cabeza, secándose una lágrima que rodaba por su mejilla, siendo atacada por una opresión en el pecho que parecía estarla ahogando de a poco. Quería encontrar palabras, decir cualquier cosa, pero sus pensamientos se atropellaban y sus palabras se mezclaban en su cabeza de manera torpe.

—No, estaba bien ayer. Salimos al parque como siempre, incluso corría detrás de Luka y los mellizos. Esto... esto es tan repentino. — Kara se sentía desolada. — Ayer estaba bien.

Lena suspiró profundamente, tocando la nariz húmeda de Kripto, que ahora apenas respiraba. Sabía que su fiel compañero estaba pereciendo, se estaba apagando frente a sus ojos y no sabía como darle consuelo a su esposa.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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La deuda de Los Luthor. - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora