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Parte 1

La mañana llegó un poco sofocante y calurosa, y Nunew hizo un mohín cuando el sol llegó a sus párpados. Emitió un gruñido de fastidio, y el brazo que lo rodeaba por los hombros, lo estrechó con fuerza. El aroma de Zee (esa vainilla poco vista en alfas) se intensificó, y ahora soltó una especie de ronroneo.

—Buenos días... —escuchó decir a Zee con tono suave.

—¿Qué hora es? —masculló Nunew, sin abrir sus ojos con toda intención de seguir durmiendo.

Oyó movimiento a su lado, aunque el brazo a su alrededor no se alejó.

—Las diez de la mañana.

—Bien —Nunew suspiró—, podemos seguir durmiendo otra hora.

El sonido de la risa de Zee retumbó en el pecho del alfa, haciendo que Nunew bufara por el movimiento. Él había olvidado eso, se dio cuenta, y también sintió a su omega retorcerse en señal de añoranza.

Aspiró el aroma con más fuerza, sin poder evitarlo, emitiendo otro ronroneo de comodidad. Una nueva risa y Nunew se giró en el abrazo, hundiendo su cabeza en el pecho de Zee. El alfa emitía ese calor que siempre le había gustado, pues el omega nunca fue fanático del frío y recordaba muy bien lo mucho que le encantaba abrazar a Zee por lo mismo.

—Deberíamos levantarnos —murmuró Zee.

—¿Tú crees? —Nunew abrió los ojos sólo para encontrarse el rostro de Zee cerca de él. Se veía un poco pálido, aunque mucho más entero que la noche anterior—. ¿Dormiste bien?

El alfa no hizo el amago de acercarse a besarlo, pero por el tirón del lazo entre ellos, parecía con muchas ganas de hacerlo. Nunew no dio una señal para que lo hiciera: si bien ellos se besaron la noche anterior, le daba mucha vergüenza hacerlo ahora. No había que malentenderlo como si él se estuviera arrepintiendo por haberlo besado, porque eso salió de lo profundo de su corazón. Sólo que era distinto en ese instante, ¿o no?

—Muy bien —afirmó Zee y puso una expresión de duda—. ¿Puedo... puedo pedirte algo?

—Depende —dijo Nunew.

—¿Puedo... Podría envolverte en mi olor?

Nunew parpadeó ante la petición, creyendo que le pediría inicialmente un beso. Él no se esperaba esa petición, más considerando que el omega debía tener el olor alfa en ese momento pues habían dormido abrazados toda la noche.

—Te estás volviendo demasiado atrevido —dijo Nunew con voz grave, aunque su expresión delataba que no había molestia en él. Se enderezó, sentándose en la cama, y Zee hizo lo mismo.

—Lo sé, perdón —admitió Zee, pero no había vergüenza en su cara—. Si no quieres, pues está bien, Nunew. Sólo... sólo tengo muchas ganas de hacerlo.

El omega podía imaginarse que sí. Desde que empezaron a salir que a Zee le encantaba abrazarlo y extender sus feromonas a su alrededor, incluso recordaba cuando casi se puso a llorar y berrear la primera vez que Nunew hizo una limpieza profunda en casa y sacó todo el aroma del alfa.

—Te lo permitiré hoy —le dijo Nunew con firmeza—, sólo porque estoy de buen humor.

Zee sonrió ahora con fuerza y lo atrajo hacia él, ubicando su cabeza contra el hombro de Nunew mientras soltaba esas fuertes feromonas alfas para que quedaran impregnadas en la piel del omega. El alfa amaba sentir su aroma en Nunew, saber que todos podían percatarse de su aroma en el más abajo y, por encima de todo, que el omega de Nunew ronroneara cada vez que lo envolvía en su aroma.

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