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Parte 2

—¿Cuál es mi regalo? ¿Cuál es mi regalo? —preguntó Nat una vez llegaron al departamento donde Zee iba a quedarse, entusiasta y feliz.

—¡Oye, deja a papá en paz! —reclamó Kuea—. Recién llegó y tú molestándolo con tus tonterías.

Nat puso mala cara mientras Zee negaba con la cabeza por el comportamiento de los cachorros. Al parecer, no importaba cuánto tiempo pasara, ellos siempre iban a buscar algún motivo tonto por el que discutir.

—¿Cómo les fue en el colegio? —preguntó, dejando a Yeji en el suelo para que explorara el lugar.

—Bien, igual que siempre —Nat se encogió de hombros—. ¿Qué vamos a comer, papá?

Zee suspiró ante las preguntas y le dijo que hablara a alguna pizzería para ordenar comida, ya que era muy tarde como para cocinar algo. Yeji parecía muy cansada, así que el alfa la llevó a la habitación y procedió a ponerle el pijama, escuchando a sus hijos ponerse a discutir (otra vez) por lo que llevaría la pizza. Aprovechando que no había nadie mirando, olisqueó a Yeji con gesto encantado.

Olía mucho a Nunew, a sus feromonas de celo. Su cachorrita se rió porque le hizo cosquillas y Zee sacudió la cabeza, tratando de despejarse y no pensar demasiado en el hecho de que Nunew estaba en un nuevo celo. Era un poco difícil, considerando que Yeji apestaba a Nunew, pero se concentró en su tarea.

Había percibido los tirones cuando fueron a buscar las cosas de los niños. Le costó mucho no moverse de su lugar (si era sincero, se movió y dio unos pasos, antes de retroceder nerviosamente) y decidió enviar calma a través del lazo al sentir un nuevo tirón de ansiedad.

Tranquilo, estoy aquí, pareció decirle, y llevó su mano a su cuello, a la zona donde estaba la marca de Nunew.

Sus hijos no tardaron en aparecer y Yeji se le arrebujó de inmediato, riendo y besándole la mejilla mientras Zee la abrazaba con fuerza. El celo de Nunew pasó a un segundo plano cuando le acarició la mejilla a su cachorrita, que se veía muy feliz con él.

Ahora, Zee trató de pensar bien en lo que iba a pasar los siguientes días.

No vería a Nunew, calculaba, al menos hasta el martes, lo que le daba suficiente tiempo para despejarse, ordenar sus ideas y planificar bien lo que haría. Davika le había dicho, en la última sesión que tuvieron, que no debería apresurarse con su actuar, que debía ser paciente y, por encima de todo, tener los pies en la tierra. Nunew había sido claro con él y, si bien le dejó una puerta abierta a algo, eso no significaba que, de pronto, tenía derecho a hacer lo que quisiera y a tomarse atribuciones que no correspondían.

—A dormir ahora —le dijo Zee con cariño a Yeji.

—Yap —el alfa la arropó en la cama, acariciándole la naricita con cariño—¡Te amo, papá!

—Yo también te amo, preciosa.

Yeji no tardó en quedarse dormida y Zee fue al comedor, donde los cachorros estaban viendo televisión. Se pusieron a platicar mientras Zee abría la maleta, y Nat tuvo que aguantar el grito de emoción al recibir su regalo: el skate era negro, con un diseño de llamas rojas, amarillas y naranjas. Nat estaba tan entusiasmado que casi se puso a probarlo ahí, pero Zee le dijo que no, pues iba a romper algo.

—Pero papá... —lloriqueó el omega.

—He dicho que no —Zee negó con la cabeza—, no me hagas arrepentirme de habértelo dado, Nat. Tu mamá no estuvo de acuerdo y ha dicho que te convertirás en un delincuente si te lo daba.

—Acabas de crear un monstruo —dijo Kuea, mirando skate con una sonrisa juguetona—. Más te vale cuidarlo o te lo esconderé, como al Señor Bobby.

🐺FOUR SEASONS🐱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora