EPÍLOGO (PARTE UNO)

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Ibiza estaba guapísima, como siempre. Mi pequeña llevaba un vestidito blanco con detalles en azul y un lacito que apenas aguantaba en su pelito rizado. Era imposible no emocionarme al verla corretear por el salón rodeada de globos y peluches. ¡Mi niña ya tenía un añito!

Mientras miraba cómo Eros intentaba desesperadamente que Ibiza soplara su vela sin comerse directamente el pastel, recordé nuestra luna de miel. Volver a Hawái fue un sueño hecho realidad, revivir cada rincón donde comenzó nuestra historia nos llenó de nostalgia y alegría. Aunque, eso sí, convencer a Eros de ir a Turquía después de eso fue todo un desafío. "Pero solo un par de días, Mia", decía frunciendo el ceño. Luego, claro, acabó disfrutando. Aunque cuando estábamos con Can, me seguía lanzando miradas que decían claramente "a este petardo lo aguanto solo por ti"

Pero no solo era el cumple de mi pequeña, también era el de Ashton. Recuerdo perfectamente el día que apareció en el hospital el día que nació Ibiza vestido de Thor, con su capa ondeando, dispuesto a salvar el día... aunque la que no se salvó fue Cala de pasar verguenza. ¡Vaya momentazo! La cosa no había cambiado mucho desde entonces, sobre todo porque ahora, como padre, estaba aún más orgulloso. Iba tan contento con una camiseta tipo Superman que decía "Super Papá", y el pobre Tyler, llevaba una que decía: "Tengo el mejor super papá del mundo". No le faltaba orgullo, ni a él ni a su hijo.

Y como no podía ser de otra manera, los que tampoco podían faltar eran Pitufo y Panda, mis grandes compañeros peludos. Pitufo, mi gran danés, y Panda, mi dálmata, que siempre mostraban una paciencia infinita con Ibiza. Le dejaban hacer de todo, desde estirarle la lengua hasta tirarles de las orejas o la cola. Se merecen una medalla, de verdad. O más galletas gigantes.

El timbre de la puerta sonó y Riley, tan inquieta como siempre, corrió directa a abrir.

—No me digas que... —dijo Eros, con Ibiza colgada en su cuello como si fuera su pequeño monito.

—Me preguntó si lo podía invitar, y yo le dije que sí, además, el niño es un encanto —respondí, sonriendo.

—Un encanto de doce años, que va detrás de mi hermana —dijo Eros, levantando las cejas con cara de preocupación.

—Y tu hermana los cumplirá dentro de unos meses, vamos, cariño, son niños —le respondí, tranquila, sonriendo con dulzura.

—No son niños, son preadolescentes. Y dentro de nada, las hormonas empezarán a gobernar sus vidas. —Miró a Ibiza y añadió: — Tu nada de novios hasta los treinta y cinco, como mínimo, ¿vale?

—¡Sí, papá! —respondió Ibiza, divertida, mientras le sonreía de vuelta.

—El único hombre en tu vida tiene que ser papá, ¿vale? —dijo Eros, reafirmando su "control absoluto".

—Vale —repitió Ibiza sin dudar.

No pude evitar reírme al ver la escena. Eros se lo tomaba muy en serio.

—No me lo puedo creer, no le digas esas cosas —dije entre risas, pero sin poder evitar sentirme algo tierna por lo celoso que era.

—Mi hija es solo para mí, igual que tú —dijo, dándome una palmada juguetona en el culo, lo que me hizo reír aún más.

—Mía, Egan ya ha llegado —dijo Riley, con Egan justo detrás de ella.

—¡Hola, Mía! ¡Hola, Señor Eros! —saludó Egan, con una tímida sonrisa. —Eh... he traído un regalo para Ibiza —añadió nervioso, mostrando la bolsa.

—¡Muchas gracias, Egan! —dije con una sonrisa—. Si quieres, vamos a la mesa para que Ibiza lo abra, ¿quieres?

—Deja de meterle miedo al niño... —le dije susurrando.

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