EPILOGO (PARTE 2)

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—¡Tyler, deja mi unicornio! —gritó Ibiza, con las manitas en las caderas y una indignación tan grande como su pequeño cuerpo.

Miro al "pequeño demonio" que es Tyler, el hijo de Ashton, mientras entierra con entusiasmo el puto unicornio favorito de mi hija en la arena. Yo digo lo de favorito, pero la realidad es que cualquier cosa con un unicornio ya lo es.

—¡Papi! ¡Dile que pare! —exige mi cosita, señalándome como si fuera el sheriff del lugar.

—Venga, cosita, vamos a jugar a hacer castillos de arena, ¿vale? —le digo intentando calmarla.

—¡Sí! ¡Un castillo de princesas y unicornios! —responde ella dando saltitos como si le hubieran metido una dosis extra de energía.

—Oye, ¿y a estos no se les acaban las pilas? —pregunta Ashton mientras agarra a Tyler por el pie, alejándolo del unicornio antes de que lo entierre para siempre.

Miro a Ibiza y no puedo evitar sonreír. Joder, mi pequeña ya tiene cuatro años. El tiempo pasa demasiado rápido... Demasiado.

Ahora es una pequeña personita con carácter, obsesionada con dibujos de princesas y, cómo no, con unicornios. Confieso que he llegado a tener pesadillas con ellos. No exagero.

Estamos de vacaciones en Grecia, en Santorini, aprovechando la casa que tiene el padre de Mia aquí. Así que aquí estoy, sentado en la arena construyendo castillos con Ibiza mientras ella decide remojarme con cubos de agua en la cabeza. Ashton y Tyler están metidos en el mismo jaleo, mientras Mia y Cala disfrutan de la sombra con los pequeños.

Sí, pequeños. Resulta que Mia y yo tuvimos un segundo hijo. Mi puto orgullo en miniatura, Nash. Siguiendo nuestra tradición, decidimos ponerle también un nombre de una ciudad, y como mis abuelos paternos eran de Nashville, no tardamos mucho en elegirlo.

Ah, pero espera, aquí no acaba la locura.

Ashton, nuestro querido "Super Papa Ashton", dejó embarazada a Cala cuando Tyler apenas tenía siete meses. 

Lo que me pude reír.

Flashback:

—¡ASHTON! —escuché desde el salón. Y mira, sé reconocer cuándo viene una tormenta.

Me asomo al jardín y allí está Cala, con el predictor en una mano y una zapatilla en la otra, corriendo detrás de Ashton, que huye con una sonrisa que le va de oreja a oreja.

—¡QUE TE VOY A CORTAR LA PUTA POLLA! —grita Cala mientras él no puede contener la risa.

—¡Eh, eh, cariño! No es mi culpa que mis soldaditos sean tan efectivos —le responde Ashton, poniendo las manos en alto como si eso fuera a salvarle.

—¡Te he dicho mil veces que uses condones! —grita Cala, furiosa.

—Cariño, esto es amor. Estamos haciendo familia... ¡No hay nada mejor que dejarte embarazada otra vez! —suelta Ashton, completamente orgulloso de sí mismo.

En ese momento, Cala lanza la zapatilla y, aunque falla, Ashton acelera y desaparece por la puerta como un rayo.

Fin del flashback.

De esa locura nació Ashley. Sí, Ashley. Ashton consiguió convencer a Cala para que aceptara que la niña llevara su nombre, aunque no sé si convencer es la palabra correcta. En teoría, la pequeña iba a llamarse Hanna, pero cuando Ashton fue a registrarla... tachán: Ashley.

El cabreo que pilló Cala no tiene nombre. Se pasó una semana sin hablarle, pero él, más ancho que largo, decía:

—Será una anécdota genial que le contaremos cuando sea mayor.

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