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Honney Molina era una canta-autora asombrosa y eso no era ningún secreto, pues el tener el don de manejar las letras era una cosa, pero manejar las letras en una canción era un nivel totalmente diferente, por lo tanto, era muy extraño ver a Honney Molina en un contexto totalmente opuesto.
-¡no puede ser esto esta horrible!- se quejó mientras tiraba la doceava hoja de papel arrugada hacía cualquier lado del estudio
San Valentín era un día en el que la música, al igual que las rosas rojas; era algo tan pedido durante todo ese día, pues no había lugar que no buscará a una banda para tocar y el San Valentín de ese año, no era la excepción, pues incluso el primer año de universidad de la banda parecía estar lejos de frenar sus compromisos con la banda y al contrario, parecía que estas mismas responsabilidades académicas, la impulsaban a dar lo mejor de sí misma, pues lejos de parecer un obstáculo, parecía que estudiar literatura, solo la había hecho pulir y mejorar esas habilidades como escritora, pero aún con todo y ese conocimiento, por lo visto, Honney no era capaz de escribir algo coherente y decente en ese momento.
-¿Bloqueo creativo?- preguntó su mejor amiga mientras ingresaba al estudio -como no te lo imaginas- respondió la castaña sin sacar la vista de su diario rosa -¿pues qué traes tú qué de repente no puedes escribir?- preguntó al verla garabatear como poseída -esa es una buena pregunta Reese- -sabes no te haría daño limpiar este desastre- le aconsejó mientras movía con la punta de su botín de converse una de las tantas bolas de papel- ¿oye cuánto llevas aquí?- -¿Qué?- -okay replantearé mi pregunta ¿hace cuánto que no duermes?- preguntó Clarissa preocupada al notar las leves ojeras de Honney -dormir es para débiles- contestó, la México-americana suspiró con pesadez antes de arrebatarle su diario y bolígrafo de las manos- ¡oye ¿Qué carajos?!- reclamó -si, esto no es sano para ti, además ve, estás hasta pálida, sal a que te de el sol o algo- -¿me viste cara de planta o qué?- -brincos dieras porque fueras una planta wey- contestó Clarissa mientras se retocaba su gloss- a ver wey una planta no me puede acompañar a comprar el regalo de San Valentín de Jesse, pero, tú si lo harás- -no- -no era pregunta Jeannette- -odio cuando usas mi segundo nombre de ese modo- la castaña de perfectos rulos solo se limitó a sonreír -yo también te amo preciosa- concluyó Clarissa pasando por alto las quejas de su mejor amiga- pero date un baño por Dios, apestas- -¡hey!- -tienes una hora, paso por ti y te quiero presentable, no te voy a sacar a la calle pareciendo difunto, te maquillas por favor- dijo ignorando nuevamente sus quejas- hay quita esa cara, te dejaré reproducir el soundtrack de Wicked en el camino- -también quiero un Moka helado de Tim Hortons- -¿algo más su real majestad?- -¿me compras libros también?- -que te metas al baño- repitió impaciente
Bajo cualquier otro contexto; Honney habría estado más que feliz de compartir este momento con su mejor amiga, bajo cualquier otro contexto, habría amado cantar the Wizard and i de Wicked como si su vida dependiera de ello y acompañada de su latte frío favorito, sin embargo, parecía que esa molestia que la fastidiaba desde hace un par de meses atrás, no se iba y lo peor de todo, es que no sabía bien de donde venía. Bueno... si lo sabía, pero estaba siendo demasiado terca para admitirlo y era que todo eso, se resumía a un solo nombre: Reggie Peters. Si, ese Reggie; aquél al que había conocido desde que eran niños y aquél que vivía al lado y también el hermano del novio de su mejor amiga y desde que eran niños, Reggie no hizo otra cosa más que robarse el corazón de Honney con el pasar de cada día y para ese punto de la vida, con 19 años y con Reggie ajeno a todo lo que estaba pasando, Honney, estaba a punto de volverse loca.
