PREFACIO

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5 de junio 2026

Londres, Inglaterra
7:30am

—¡Amelia mueve tu pesado trasero de la cama! —gritó Agatha desde la cocina.

Sacó su varita disimuladamente y conjuró un fregotego para limpiar el suelo sucio. Escuchó pasos por el pasillo y escondió la varita en su bota. Se giró y fingió que terminaba de fregar un vaso. Sonrió al ver a su compañera de piso y amiga, Amelia, que se sentó en la barra.

—¿Cómo haces para mantener todo tan limpio? ¡Parece magia! —exclamó y soltó una risita.

—Si tan solo supieras —susurró Agatha de una manera casi inaudible—. Entonces, ¿cómo te fue ayer en casa de tus padres?

La rubia había decidido cambiar de tema rápidamente. No le gustaba hablar de cómo mantenía todo de manera limpia y organizada porque no tenía una excusa válida que no fuese «magia». Amelia frunció el ceño ligeramente y arrugó la nariz.

—Pudo haber ido mejor. Ya sabes, todavía no superan que haya dejado la universidad de leyes por dedicarme a la música —respondió, a lo que Agatha rio.

Los padres de Amelia no aprobaban que su hija se dedicara a cantar en un bar. Sin embargo, tenían que aguantarse porque eso era lo que ella deseaba y no se arrepentía de nada. De hecho, en ese lugar había conocido a Agatha tres años atrás.

—Se les va a pasar —aseguró la rubia.

Amelia rodó los ojos.

—Seguro —comentó sarcásticamente—. No se les ha pasado en tres años, dudo que se les pase —murmuró y optó por cambiar el tema—. Oye, ¿tienes turno hoy?

Agatha asintió.

—Sí, hasta las siete —respondió.

Sacó una caja de galletas y cogió varias. Le dio un mordisco a una de las galletas y le ofreció a su amiga, la cual negó.

—Yo estoy libre —dijo haciendo una mueca.

Raras eran las veces que tenían los mismos días libres y eso les fastidiaba un poco puesto que solo se tenían a ellas mismas. Desde que se conocieron fueron bastante unidas ya que ambas estaban huyendo de algo. Claro está que las razones de Agatha eran más pesadas que las de Amelia.

—Si quieres podemos salir luego de mi turno y vemos una película o algo —propuso la rubia.

Amelia asintió con una sonrisa, aceptando la propuesta de Agatha. La rubia fue a su cuarto, que era lo único que estaba desordenado, y suspiró. Observó una foto que tenía en su cómoda y sonrió tristemente. Fue tomada el día de navidad, días luego de que la rubia hubiese despertado del ataque de Lyra.

Lo que más le gustaba de esa foto era que todos habían salido de maneras distintas. Albus salía mirando a Skylar, sonriendo como tonto mientras que la pelirroja miraba al suelo sonriendo. Lysander y Lorcan salían peleando con Fred que hacía cosas tontas. Marcus observaba a Alex con una sonrisa burlona y ella lo fulminaba con la mirada. James se encontraba dándole un beso en la frente y ella traía puesta su camisa de quidditch, mientras que Scorpius miraba con cara de pocos amigos a la pareja, cumpliendo su papel de hermano protector.

Tragó, tratando de aliviar el nudo de su garganta, pero no ayudó en nada porque seguía sintiéndolo. Se sentó en su cama y suspiró nuevamente. Su cuarto estaba rodeado de recuerdos porque seguía sin poder separarse de su pasado. Todo le recordaba a ellos, a esas personas que había dejado atrás por la culpa.

Sí, fue egoísta de su parte, pero en aquel momento no pensaba con claridad. Estaba decidida en irse y así lo hizo porque no soportaba ver cómo había roto familias felices. Con el pasar de los años logró entender que no fue su culpa lo que sucedió, pero ya era tarde. No podía simplemente aparecer y decirles: «¿Me extrañaron?».

Sacó un cofre que estaba escondido debajo de su cama y lo abrió con magia. Allí estaban todos los recuerdos dolorosos que veía cada vez que volvía a sentirse culpable. Miraba las fotos que había compartido con todos. Tenía fotos con los Weasley, siendo ella la cabellera rubia del centro. También tenía fotos con sus amigos y familiares. Sin embargo, la foto que más le gustaba era esa en donde aparecían Draco, Scorpius y ella.

Recordó cuando Alex los obligó a tirarse esa foto por su gran parecido. Fue en las primeras navidades que pasó con su padre. ¡Merlín! No podía describir cuánto los extrañaba a cada uno de ellos.

—Feliz cumpleaños, papá —susurró para el mismo aire puesto que nadie la estaba escuchando.

ϟ

7:56p.m.

Cuando Agatha llegó de su turno el apartamento estaba totalmente oscuro. Frunció el ceño, confundida. ¿No se suponía que Amelia estaba allí? Si había algo que Lía odiara era la oscuridad. Mínimo tenía que tener una luz encendida para estar tranquila.

Colocó las llaves en la mesita de la sala, procurando no hacer ningún tipo de ruido. Sacó la varita de su bota y caminó silenciosamente por el pasillo. Escuchó un ligero sollozo proveniente de su cuarto y se dirigió hacia allí.

Abrió la puerta con sus poderes y observó que estaba totalmente oscuro, excepto por los leves rayos de la luz de la luna que se colaban en el cuarto. Entró a la habitación sintiendo como su corazón se aceleraba y pudo observar una sombra de una persona al pie de la ventana. Esta se giró y Agatha pudo ver que sostenía a Amelia por el cuello con una sonrisa macabra.

No podía ver el rostro de la persona que se encontraba allí, solo podía distinguir la sonrisa y los ojos rojos como la sangre.

—Así que esta es el ancla —habló la persona con voz macabra y grave—. Es una total decepción. Me esperaba algo más que una niñata asustadiza.

Esas palabras hicieron que Agatha recuperara la compostura. No, esa no era ella. No podría dejarse intimidar por alguien, ella sabía mucho más que eso. Estaba entrenada para cualquier tipo de combate, aunque le faltara práctica.

—Déjala ir —dijo Agatha tratando de que su voz sonara firme.

Amelia la observaba con terror. No tenía ni la menor idea de lo que ocurría porque ella era una muggle que no tenía idea sobre el mundo mágico.

—¿O qué? —preguntó desafiante—. ¿Qué me vas a hacer?

La rubia tanteó con sus dedos el puñal que se encontraba oculta en el borde de su pantalón y trató de concentrarse en el blanco. Podría hacerlo, solo tenía que actuar rápido. Agarró la empuñadora y midió la distancia. Rápidamente lanzó la daga a la mano con la que la persona agarraba el cuello de Amelia y dio justo en el blanco.

Amelia pudo zafarse del agarre de la persona y se posicionó detrás de Agatha. La persona hizo un movimiento con las manos y de la nada aparecieron dos lobos que le cayeron encima a Agatha para atacarla. La rubia sintió varias mordidas y su angustia creció.

«Puedes hacerlo, Agatha, solo concéntrate», se dijo a sí misma. Cerró los ojos y sintió aquel cosquilleo en las manos al mismo tiempo que los lobos aullaron de dolor. Sintió como se alejaron un poco de ella, dándole el tiempo necesario para coger el brazo de Amelia y desaparecer.

Nunca quiso aparecerse en ese lugar, pero los recuerdos de su familia en la mansión invadieron su mente, llevándolas allí. Se sentía mareada y veía su ropa manchada de sangre. Comenzaba a ver borroso y sintió como dos brazos la agarraron antes de caer.

—¿Agatha?

Fue lo último que escuchó antes de que todo se volviera completamente negro.

La maldición Malfoy (#LHDDMYHG2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora