18. Celos

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JAMES APRESURÓ SU PASO POR LOS PASILLOS DEL FRÍO HOSPITAL y se cruzó con Harper, la cual era la sanadora a cargo del caso de su prima. Le dedicó una mirada fría y trató de arrebatarle la carpeta azul a la chica, pero ella fue más rápida y la alejó de él.

—Déjame ver el diagnóstico, su proceso, todo —exigió, con voz autoritaria, como si estuviese tratando de intimidarla.

Sin embargo, Harper no se dejaría intimidar por alguien como él. Lo conocía demasiado como para hacerlo. Además, ella sabía que cada vez que él estaba herido ponía una faceta de idiota insensible como estaba haciendo en esos momentos. Era su mejor amigo, ¿cómo no iba a conocerlo?

—No puedes, va en contra del reglamento —recordó ella, anotando algo en la carpeta.

Lo escuchó resoplar y golpear algo, por lo que supuso que fue la pared. Ella no quería sonar como la villana del momento por no querer decirle, pero las reglas eran las reglas. Él no se podía meter en algo que le podría afectar.

—Me importa mierda el reglamento —dijo—. La próxima vez que esté algún familiar mío en este hospital, me lo dices de inmediato. Sin importar el reglamento.

Harper rodó los ojos, mientras asentía, aunque solo lo hacía para no sacar a James de sus casillas. Él cuando se enojaba y tenía mucha presión podía resultar un peligro para la humanidad, de eso estaba segura. Se acercó a él y colocó una mano en el hombro derecho de él, obligándolo a mirarla.

—Ella estará bien —aseguró—. Tanto ella como el bebé, yo estoy haciendo todo lo posible para encargarme de ello.

Dicho esto, le sonrió de manera reconfortante y suspiró. Le dio un corto abrazo a su amigo, porque sabía que él lo necesitaba y luego se marchó para continuar con su trabajo.

ϟ

Agatha estaba sentada en el suelo de la sala de espera, sin observar a nadie en específico. La sala estaba repleta de pelirrojos que se turnaban para no dejar que Hermione estuviese sola, ya que la castaña se rehusaba a dejar a Rose sola. Al menos no tuvieron momentos incómodos cuando Ronald Weasley llegó al lugar.

Suspiró y se puso de pie para dirigirse a la cafetería que debía estar en algún lugar del hospital porque, todos tienen una. Al menos en el mundo muggle tenían una. Necesitaba algo para distraerse.

Metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y caminó por los pasillos, quizás sin rumbo alguno. Estaba comenzando a escuchar voces de nuevo. Las había logrado retener en la sala de espera porque no estaba haciendo algo que la distrajera de la tarea de concentración, pero ahora era diferente.

Se acercó a la puerta de madera y colocó su mano en la perilla de esta, pero fue detenida antes de que pudiera abrirla.

—No puedes estar aquí —anunció una sanadora con voz suave, pero firme.

Eso trajo a Agatha de vuelta a la realidad. Miró a su alrededor y se dio cuenta de dónde estaba, pero en ningún momento ella supo que se dirigía allí. Estaba confundida y podía escuchar a las voces más fuertes, como si estas la hubiesen atraído a ese lugar.

Frunció su ceño.

—Lo siento —murmuró, confundida—. ¿Dónde estoy?

Esperaba que la respuesta fuese otra y no la que ella pensaba. Se estaba dejando llevar por lo que sus instintos le decían y eso no era bueno.

—Estabas a punto de entrar a la habitación de una paciente en la planta tres —contestó la chica.

Eso fue suficiente para que Agatha supiera de quién era la habitación. Era como cuando Skylar estaba en el hospital y Agatha fue atraída hasta el cuarto. Solo podía significar que algo estaba sucediendo allí adentro.

La maldición Malfoy (#LHDDMYHG2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora