12. Mental

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AGATHA SE QUEJÓ POR ENÉSIMA VEZ, SENTÁNDOSE EN EL SUELO FRÍO. Su herida del brazo seguía sangrando y le ardía. Temblaba a causa del frío y sus labios estaban partidos. Estaba llena de polvo que le impedía respirar con naturalidad. Se estaba resignando a la idea de que no había salida de ese lugar. Había tratado con aparición, hechizos y sus poderes. Nada de eso parecía funcionar, incrementando su frustración.

Cerró sus ojos con fuerza y un temblor recorrió su cuerpo. Cualquiera que hubiese planeado eso estaba logrando todo lo que quería. Por alguna razón sentía que algo no cuadraba con todo lo que estaba sucediendo.

Primero el temblor, solo en la librería, seguido por la manera en la que solo ella cayó por el agujero. Quizás alguien estaba tratando de recrear una versión barata de Alicia en el País de las Maravillas. Rió al pensar en lo estúpido que sonaba eso, pero ¿y si todo eso solo estaba ocurriendo en su mente? Como cuando veía cosas que no estaban presentes allí. Solo ocurría en su cabeza.

El único problema era que ella no sabía cómo despertar de eso, solo James podía. Y él no estaba allí para ayudarla.

ϟ

James bufó exasperado ante el ruido de papitas siendo devoradas por su compañera de trabajo, Harper. Ni siquiera sabía cómo la soportaba porque era realmente estresante trabajar con una persona que solo come de manera ruidosa. Sin embargo, era la única amiga mujer que tenía de verdad.

—¿Podrías parar de masticar de esa manera? Es desagradable —dijo haciendo una mueca.

Harper le sacó el dedo del medio y volvió a meter la mano en la bolsa de papitas. Amaba comer de esa forma solo para molestar a James. Era una manera fácil de hacerlo rabiar y ella disfrutaba de ello.

—Tú eres desagradable, James —respondió con la boca llena.

Él levantó la vista de los informes médicos y la miró con el ceño fruncido. ¿Desde cuándo acá él era desagradable?

—Yo no soy desagradable, Harper —protestó.

Harper lo miró con cara de "ajá, esa no te la crees ni tú mismo" y miró las puntas negras de su cabello de manera distraída. Sí, Harper Grenn tenía un terrible problema para concentrarse mientras hablaba con una persona, pero no le importaba un bledo. Era un genio y las personas tenían que aceptarlo.

—Te tiras a cualquiera que tenga faldas y se mueva, James —dijo—. Eres un prostituto. Bueno, llamarte así es un insulto a los prostitutos porque al menos ellos cobran. Tú sales gratis.

James la miró ofendido. Él no era así, solía ser selectivo con las personas que compartía noches. No podía meter a cualquiera en su cama. Harper lo hacía ver como si fuese algo hacer eso. Era una persona adulta, tenía trabajo y...

—Y todavía vives con tus padres —comentó Harper con una sonrisa maliciosa.

La fulminó con la mirada. Ella solía meterse en su mente solo por diversión y él no hacía nada por evitarlo.

—No te metas en mi mente Harper. Es de mala educación hacer eso, sabes que está mal —la regañó.

Harper rodó los ojos.

—Bien, pero tienes que contarme todo sobre la tal Agatha esa —dijo—. Desde que te conocí esa chica ha estado en tu mente y quiero saber todo de ella.

James se tensó ante la mención de Agatha y apretó la mandíbula. No quería hablar de ella, le causaba mal humor. Y él con mal humor no era una persona fácil de manejar, sin contar que todo el día le había estado ardiendo la marca en su antebrazo derecho.

La maldición Malfoy (#LHDDMYHG2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora