Especial de navidad 2k17

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—¡CECILIA ZOE, QUÉDATE QUIETA POR EL AMOR A MERLÍN! —la voz de Agatha resonó en toda la casa, haciendo eco en las esquinas y haciendo que su hija se volteara para verla y le sacara le lengua en una mueca antes de salir corriendo por las escaleras.

Agatha contó mentalmente hasta diez, buscando en su interior la paciencia que no tenía en realidad. Apretó sus puños hasta tal punto donde sus uñas se clavaron en las palmas de sus manos y mordió el interior de su mejilla.

«Cálmate, Agatha. Recuerda que es tu hija y te llevarían a la cárcel por maltrato infantil si la cuelgas de los pulgares por ser irrespetuosa», se dijo mentalmente y persiguió a su pequeño terremoto por las escaleras hacia el segundo piso.

James salió de la habitación de Brett, el menor de sus hijos, y casi choca con el pequeño torbellino que corría por la casa. Cuando se dio la vuelta se encontró con su esposa, la cual parecía que estaba por matar a alguien con su mirada.

—¿Sería cruel de mi parte utilizar mis ojos de basilisco en nuestra hija? —quiso saber.

Su esposo soltó una carcajada.

—Déjame lidiar con la situación y la pondré a dormir, mientras tú le acomodas la almohada a Brett, ¿de acuerdo?

Agatha suspiró y asintió, entrando a la habitación de su hijo. Las paredes azules eran acogedoras y las estrellas que flotaban en el aire lo hacían ver como si estuvieran en medio del espacio, pero a su pequeño le encantaba. Brett se encontraba sentado en su cuna, agarrándose a los barrotes de madera mientras intentaba alcanzar las estrellas flotantes que ella misma se había encargado de hechizar para él.

Una sonrisa maternal y cariñosa se formó en sus labios cuando vio a su bebé, quien rápidamente extendió sus bracitos para que ella lo cargara. Siendo completamente débil ante los encantos de su hijo, lo alzó en brazos y lo pegó a su pecho, depositando un beso en su cabello rubio. Los ojos cafés de Brett resplandecían y con sus manitas intentaba alcanzar las estrellas.

Ami, la trella.

—Sí, cariño, la estrella —dijo señalándole un en específico—. Mañana jugaremos con ellas, pero ahora tenemos que dormir.

¿Mimir?

Sí, a dormir.

Comenzó a mecerlo en sus brazos y Brett apoyó su cabecita en el hombro de su madre. Le cantó una canción de cuna con suavidad sin dejar de mecerlo, de modo que, poco a poco, sus ojitos fueron cerrándose hasta quedar en un profundo sueño. Agatha continuó cantándole y meciéndolo durante unos minutos hasta que se aseguró que no despertaría, y lo acostó en su cuna, acomodándole la almohada en la forma correcta.

Se quedó unos segundos observándolo dormir. Sin duda alguna, James y ella hacían unos bebés preciosos. Inquietos, hiperactivos y con una energía y carácter que solo ellos podían soportar, pero hermosos. Estaba segura de que sus hijos serían unos rompecorazones cuando llegaran a la adolescencia.

—Hacemos muy buenos bebés, ¿verdad?

Agatha dio un respingo y llevó una de sus manos a su pecho, sintiendo su corazón latir con fuerzas contra su caja torácica. Giró su cabeza para encontrarse con su marido, quien la miraba con adoración.

—Los mejores genes del mundo los tienen ellos —aseguró con orgullo.

—Sí, los Potter tenemos buenos genes —aceptó.

—Yo hablaba de los magníficos genes Malfoy, pero si eso te ayuda a dormir en las noches...—dejó la oración en el aire, esbozando una pequeña sonrisa maliciosa cuando vio la mirada exasperada de James, quien rodó los ojos—. ¿Cece?

La maldición Malfoy (#LHDDMYHG2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora