19. Orgullo y tragedia

22.5K 1.4K 1.2K
                                    

ESA MAÑANA JAMES SE HABÍA LEVANTADO AL AMANECER, como siempre hacía, para ir a trabajar. Su trabajo consumía gran parte de su tiempo, pero le gustaba. Era lo único que mantenía su mente despejada de... ella y de todo en general. Una vez pisaba San Mungo su mente se desconectaba con el exterior y solo estaba concentrado en cumplir su deber: salvar vidas y sanar a los enfermos o heridos. Algo que podía resultar simple en algunos aspectos y complicados en otros.

Con el transcurso de los años, James se había vuelto de los mejores sanadores que tenía el hospital. Muchos pensaban que solo era debido a que era el hijo de Harry Potter, mas no era así. James era talentoso en lo que hacía, lo disfrutaba y era dedicado a eso. Le puso mucho empeño para mejorar a cada día y lo logró. Superó a todos e hizo caso omiso a las malas lenguas que nunca creyeron en él.

Él sabía que muchos no lo habían esperado de él. Incluso su padre llegó a verse sorprendido cuando le anunció que quería ser sanador. Quizás esa era la razón por la que James se había esforzado en sus TIMOs y también en sus ÉXTASIS, los cuales pudo tomar con el permiso de McGonagall, aunque no hubiese estado presente en la mayoría del año. Puede que pocos lo creyeran, pero él era dedicado con sus estudios, aunque diera a deducir lo contrario.

Esa fue, en parte, la razón por la que casi no salió en el verano que ella se fue. Decidió enfocar su mente en una meta más estable y en su futuro. Estudió durante muchas horas y cuando por fin se decidió salir de su habitación él ya no era el mismo de antes. Ya no era un niño de dieciocho años, sino un hombre hecho y derecho que era capaz de lograr todo lo que se proponía. Quizás un poco idiota, pero eso era lo que el dolor le hacía a las personas: las cambiaba. Y el cambio para él fue tanto para bien como para mal. Tal vez un punto medio.

—Buen día, sanador Potter —la melodiosa voz de la recepcionista lo distrajo por una milésima de segundo. Dirigió su mirada a ella y le dedicó una sonrisa cortés como todas las mañanas—. Le han dejado mucho trabajo para hoy, ya que el sanador Nott no pudo venir por asuntos familiares.

James asintió y cogió la carpeta donde tenía las listas de todo lo que tenía que hacer en el día. El piso de Theodore Nott era uno de los más transitados en todo San Mungo. Quizás porque era el piso de emergencias y todos los pacientes pasaban por allí antes de ser enviados a otro piso en específico. Cuando Theo se ausentaba, él era quién debía hacerse cargo del piso de emergencias. Era un privilegio, pero uno muy agotador.

—Gracias, Jane —murmuró, firmó su asistencia con la hora de entrada y se marchó para dirigirse a donde le tocaba.

Todavía faltaban un par de minutos para que comenzara su turno, pero no le importaba. Iba a ser un larguísimo turno y probablemente tendría que quedarse un par de horas extras. No le molestaba, pero estaba exhausto. Había trabajado toda la semana sin un solo día libre y solía ser mucha carga para alguien de tan solo veintidós años.

—James, me enviaron a ayudarte —dijo Harper cuando lo vio entrar a la zona de emergencias—. Tendremos una mañana agitada.

Harper estaba un poco agitada debido a que tuvo que correr para poder alcanzarlo y se detuvo unos segundos. Apoyó sus manos en sus rodillas y recuperó el aliento. Acomodó su cabello alborotado por la carrera y se dirigió a James, sosteniendo una carpeta azul en sus brazos.

Él frunció el ceño y abrio las puertas al mismo tiempo que Harper. Caminaron por el pasillo y ella le entregó la carpeta azul, dado a que él era el sanador a cargo.

—¿Qué sucedió? —cuestionó, sabiendo que cada vez que había una mañana agitada era porque algo grande había ocurrido en alguna parte del mundo mágico.

—Hubo un accidente —comenzó a decir Harper—, varias personas salieron heridas.

—¿Cuántas? —preguntó James.

La maldición Malfoy (#LHDDMYHG2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora