1. El sanador

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LO PRIMERO QUE AGATHA VIO CUANDO DESPERTÓ fue un par de ojos azules que la observaban con curiosidad. Frunció el ceño y se sentó en la cama, haciendo una mueca de dolor. Le dolía el hombro y los brazos. Se sentía confundida y casi ni pudo reconocer donde estaba. Miró a la niña de cabellos rubios y ojos azules que estaba sentada en el borde de la cama.

—Mami y papi no dejan a nadie entrar aquí —habló la niña.

Agatha elevó las cejas, sorprendida por la claridad con la que la chiquilla pronunciaba las palabras. Era como si estuviese hablando con alguien mayor a la edad que aparentaba.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Agatha.

—Phoenix —respondió.

La mayor de las Malfoy abrió la boca con sorpresa. Allí frente a sus ojos estaba su hermana menor. ¡Merlín, cómo había crecido! La última vez que la vio Phoenix solo tenía unos meses de nacida. Sintió como sus ojos picaron y sabía que lloraría. Pestañeó un par de veces para evitar que las lágrimas salieran de sus ojos grises y esbozó una sonrisa sin mostrar los dientes.

—Yo soy Agatha —dijo.

—Lo sé —comentó con simpleza.

—¿No te vas a meter en problemas por haber entrado cuando no dejan a nadie entrar aquí? —cuestionó con una ceja arqueada.

Phoenix sonrió inocentemente y Agatha no pudo contener una risita. Phoenix le recordaba a una versión joven de ella. Claro está, las travesuras de Agatha eran mucho peores.

—No —negó efusivamente, respondiendo a la pregunta.

Agatha se levantó de la cama y no vio sus botas por ningún lugar. ¡Demonios! Eso ya no pintaba bien, ella no iría a ningún lugar sin sus botas. Hizo una mueca de dolor cuando movió su hombro derecho y tuvo que esperar a que se aliviara un poco para seguir buscando.

—¿Sabes dónde están mis zapatos? —Phoenix señaló el armario—. Gracias.

Se puso las botas en un movimiento rápido y trató de no mover demasiado su brazo. Vio a su pequeña hermana salir de la habitación con una sonrisa de esas que dicen «hice una travesura» y frunció el ceño. Trató de salir del cuarto, pero algo lo impedía. Mordió su labio, frustrada y arqueó una ceja.

—Me tienes que estar jodiendo —masculló molesta.

—Mamá dice que no se dicen malas palabras —dijo Phoenix.

Se reprendió mentalmente y se agachó hasta la altura de la niña.

—¿Puedes decirme dónde está mi varita? —Phoenix negó—. Por favor. —Volvió a negar—. ¿Por qué no? ¡Puedo pagarte!

—No lo hará porque ya yo le pagué —habló la voz de su padre detrás de Phoenix—. Lux, tu madre te está buscando.

La niña le sacó la lengua a Agatha y esta le devolvió el gesto mientras la observaba irse. Se enderezó y bajó la mirada porque no quería mirarlo a los ojos. Sentía demasiada vergüenza como para mirarlo a la cara como si nada hubiese pasado.

—Mi varita —pidió.

—Mi hija —respondió Draco en el mismo tono que ella.

Agatha apretó la mandíbula y suspiró para aliviar la presión que estaba sintiendo en su pecho. Se pegó a la pared y se deslizó hasta quedar sentada en el suelo. Draco imitó sus acciones solo que del otro lado de la pared. Ninguno sabía cómo comenzar esa conversación luego de cuatro años sin hablarse. Era como si fuesen desconocidos y eso les dolía en lo más profundo de su alma.

La maldición Malfoy (#LHDDMYHG2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora