23.

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Estaba muy nervioso, iría por Akadia en media hora y sentía que ya se me hacía tarde, ya estaba listo, pero como siempre sabía que algo me faltaba.

-¿Dinero? -Me cuestionó Grayson?

-En la billetera. -Respondí con la mirada en algún punto muerto del piso.

-¿La billetera? -Metí la mano en el bolsillo de mi chaqueta y la saqué. -¿Calzoncillos? -Asentí. -¿Celular? -Lo saqué de debajo de mi playera blanca, suspiró. -Yo creo que estás completo.

-Hermano, estoy muy nervioso, te lo juro. -Me pasé las manos por el cabello.

-Hey, vas a despeinarte. -Rió.

-Ugh, ¿y si invento un pretexto? -Abrió los ojos como platos.

-¿Cómo te atreves? -Frunció el ceño.

-No me atrevería, la verdad. -Me rasqué la ceja.

-Entonces no lo pienses, tonto. -Me golpeó el hombro. -Vete ya, es mejor esperar que hacer que te esperen. -Dijo con una gran sonrisa, lo miré con irritación.

-Calmate, abuelita. -Rió.

-La amo, ¿qué decirte? -Tomó los llaves y me las lanzó.

-Creí que tú me llevarías. -Fruncí ligeramente el ceño.

-¿Y luego qué? ¿Llevarte a dónde ella te llevará, luego ir a buscarlos y traerlos, luego dejarla en su casa y volver? No soy tu maldito chofer, Grant. -Puso sus manos en la cintura.

-Vete a la mierda, Grayson. -Reí por lo bajo y salí.

-Gracias. -Me gritó desde la puerta.

Cuando subí al auto, rápidamente coloqué mi música, con eso me relajaría un poco y pensaría menos en la cita, aunque debería hacerlo ya que yo soy el que invitó, ¿no? Arranqué y me dirigí hasta la casa de Akadia, mis manos sudaban y no dejaba de mover las piernas mientras tarareaba las canciones que el estéreo tocaba. Afortunadamente, cuando llegué, no había ninguna camioneta oxidada. Apagué el estéreo, mis piernas comenzaron a temblar, sin embargo, pude bajar del coche y caminar hasta la puerta sin problemas. Cuando golpeé la puerta, una señora fue quien me abrió, supuse que era su madre.

-Oh, buenas noches, señora. -Dije con una sonrisa.

-Buenas noches. -Respondió casi como si me estuviera preguntando.

-Eh, vengo a ver a Akadia. -Dije nervioso, no sabía si debía decir mi nombre.

-Oh, no me dijo que recibiría visitas. -Sonrió débilmente.

-No es una visita solamente, saldremos un rato. -No dejaba de jugar con las llaves del auto, ella asintió.

-Le diré que estás aquí. -Sonrió y se alejó de la puerta.

Cuando ya no estaba a la vista, suspiré; no sabía cómo actuar con su madre, quizá Akadia ya le había hablado de mí y le había dicho lo que hago por ellas, tal vez Akadia no quiere que me conozca por lo mismo, para que no me haga reproches o cosas así. Lo que más me intriga, ¿a ella no le molestará lo que hago? Quiero decir, un chico de dieciséis años pagándole medicinas y necesidades diarias no es algo que ocurra todos los días, tal vez cada semana sí, pero, ¿que pasé realmente? Eso sí es bastante raro, incluso molesto, diría yo.

-Ya baja. -Dijo apenas se asomó por la puerta.

-Gracias, señora. -Respondí. A los pocos segundos, Akadia apareció; vestía con un top blanco, justo en medio había una imagen de Las chicas súper poderosas, un short del mismo color y unos zapatos negros. Se veía hermosa. -Hola. -Dije casi sin aliento.

-Hola. -Respondió con una pequeña sonrisa, luego salió por completo de la casa y cerró la puerta.

-¿No te despedirás? -Fruncí ligeramente el ceño.

-Ya lo hice. -Rió por lo bajo.

Caminamos hasta el auto, encendí el aire acondicionado y arranqué.

-¿Era tu madre? -Pregunté antes de irnos.

-Sí.

***

Estacioné justo antes de llegar al lugar, Akadia me había dicho que estaba prohibido estacionar cerca, ya que traerían mucha contaminación loa autos. El viento le soplaba el cabello, inmediatamente sus mejillas quedaron rosadas, supuse que tenía frío, pero no dije nada.

-¿Qué es este lugar? -Miré hacia el frente, ya que la estaba siguiendo.

-Ya verás. -Respondió justo de la manera que no quería que hiciera: coqueta.

Llegamos a una linea de arbustos, que al centro tenían un espacio para poder pasar, lo atravesamos y el aire pegó con más fuerza y frialdad, el olor a sal inundó mi nariz y la arena enterraba mis zapatos involuntariamente. Me había traído a una playa. Continuaba siguiéndola, el sonido de las olas chocar con la orilla era bastante tranquilizador ya que no había ni un mala aquí, nunca antes había venido a la playa de noche, jamas en ésta. Me detuve cuando ella dejó de caminar, la luz de la luna iluminaba a la perfección el lugar que ella observaba: una pequeña montaña de rocas en medio de la arena, agua cristalina lo rodeaba y piedras más pequeñas en el fondo, era hermoso en verdad.

-Cuando me siento mal, vengo aquí. -Dijo inclinándose a tocar las rocas.

-Es hermoso. -Me incliné junto con ella.

-Lo sé, por eso te traje aquí. -Se sentó y yo hice lo mismo.

Por muy estúpido que pareciera, estar sentados sin decir nada y solo viendo esta pila de rocas grises, era muy lindo.

-¿Por qué me invitaste a salir? Especialmente a mí. -Dijo de repente.

-Eh, porque sí, creo que quería salir y ya. -Respondí torpe.

-¿Solo por eso? -Me miró.

-Eh, sí. -Mentí.

Ella no dijo nada, y por una milésima de segundo me imaginé la desilusión que crecía en su pecho. ¿Y si ella esperaba otra respuesta? ¿Y si yo en serio le gustaba como Jake y Grayson me dicen? Ella de verdad me gusta, y por primera vez en bastante tiempo, quiero hacer las cosas bien.

-La verdad es... -Dije, la miré, pero ella seguía pasando su mano en las piedras, así que rocé mi dedo con su mano libre. -La verdad es que tú me gustas, y creo que tú me estás sacando del hoyo al que yo me metí. -Dije rápidamente, sin pensar en cuan directo sonó eso.

Ella me miró, sonrió débilmente y me besó. Esto era una buena respuesta, y lo mejor de todo era que no era producto de mi maldita imaginación.

★★★

Espero que les haya gustado este pequeño maratón. Ya saben qué tiene que pasar para que haya otro pronto. Gracias

satyr «e.d.»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora