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Por la mañana, no sabía cómo sentirme exactamente. Akadia me había dicho que me ama, pero eso no me quitaba la sensación de que las cosas entre nosotros seguían frágiles. Sorprendentemente me levanté antes que Grayson y Jake, cuando normalmente yo soy el último en despertar. Me metí a bañar y bajé para jugar un rato videojuegos. Cuando mis padres bajaron a desayunar, se sorprendieron notoriamente de verme despierto y recien bañado a las ocho de la mañana en sábado.

-Buenos días. -Saludé desde el sofá, mi madre se acercó y besó mi mejilla.

-Buenos días. -Dijo. -¿Y ese milagro, Ethan? -Me sonrió, mamá siempre se veía tan bonita al despertar.

-No lo sé, se me espantó el sueño. -Alcé los hombros y pausé mi juego.

-Oh, sigue jugando, hijo. -Se levantó. -Haré waffles, si quieres, ya sabes dónde encontrarlos. -Revolvió mi cabello y se fue a la cocina.

-Gracias. -Le grité reanudando mi partida.

Seguí jugando por un par de horas más, ignorando por completo que mi estómago chillaba por comer. Entonces, cuando el dolor se volvió insoportable, me levanté del sofá y fui a la cocina. Mi madre estaba leyendo un libro mientras su café humeaba a un lado. Tomé algunos waffles y los puse en el plato, eché un poco de miel y comencé a comer.

-Oye, mamá. -Ella me miró.

-Dime.

-¿Puedo hacerte una pregunta? -Dije antes de meter el primer bocado.

-Ya la hiciste. -Reí por lo bajo.

-Además de ésta. -Ella asintió con una gran sonrisa en el rostro. -Eh, bueno, ¿las chicas siempre son tan indecisas? -Frunció ligeramente el ceño, marcó la página donde estaba y cerró su libro.

-Depende. -Respondió. -Yo no creo que sea indecisión, más bien es como un pequeño miedo, desconfianza de una misma. ¿Por qué? -Negué ligeramente con la cabeza.

-Es una chica que me gusta mucho; en la madrugada me dijo que también le gusto, pero que por nuestro bien no deberíamos seguir hablándonos. -La miré un poco avergonzado.

-¿Su propio bien? -Frunció el ceño nuevamente. -Te está protegiendo de algo. -Dijo más bien como pregunta.

-No lo sé. -Negué con la cabeza y comencé a jugar con mi desayuno. -Ella solo me dijo que era por nuestro bien, nada más.

-¿Y no le preguntaste nada más? -Volví a negar con la cabeza.

-Lo único que me interesa es estar con ella, mamá.

-Oye, no pienses solo en ti. Creo que si ella te dijo eso, es porque algo está pasando en su casa o algo así.

-No lo creo. -Me rasqué la nuca. -Su mamá sabía sobre mí y no le molestaba que saliéramos, no creo que... -Entonces la asquerosa (no realmente) cara de Kyle apareció en mi cabeza.

¿Qué demonios con este imbécil? ¿cuál era su maldito problema conmigo?

-¿Qué pasa? -Me preguntó.

-Su hermano me odia a muerte, él me había advertido antes que si algo le hacía a ella, nunca más me dejaría verla. -Respondí, ella levantó una ceja acusatoria.

-¿Entonces ya le hiciste algo a la chica? -Se cruzó de brazos.

-Fue un error. -Dije por lo bajo.

-Ay, hijo. -Negó con la cabeza. -Ese error puede cambiarte la vida para bien o para mal. -Se quitó los lentes de lectura.

-Ahora me doy cuenta. -Murmuré.

No quería decirle a mamá por qué había empezado este problema porque sabía que me castigaría. Sí, era capaz de castigarme por eso. Lo peor de todo es que lo merecía. Estuvimos platicando un raro sobre el tema hasta que los chicos bajaron a desayunar, obviamente se sorprendieron de la hora en que desperté, incluso creyeron que ya eran casi las cinco de la tarde. Exagerados.

***

Grayson y yo ya estábamos planeando el viaje que haríamos dentro de dos semanas a Los Ángeles, iríamos a ver a nuestros amigos Jack y Aaron, quienes solo vemos en vacaciones. Cada quién llevaría su propio dinero, y obvio algo extra a cortesía de nuestros padres, quienes se oponían cada vez que planeabamos nuestros viajes independientes. Grayson había estado saliendo con una chica de primer año, y hoy saldrían al cine, por lo tanto, me quedaría parte de la tarde y noche solo en la casa. No es tan mierda como creen, a veces me gustaba cuando la casa estaba solo para mí, y hoy es uno de esos días.

Ya había pasado una hora desde que todos se habían ido, cuando escucho que golpean la puerta. Me levanté del sofá y fui a abrir. Era Akadia. Rápidamente la invité a pasar, ella asintió y lo hizo.

-Sientate, por favor. -Le dije señalando el sofá.

-Gracias. -Se sentó.

Vestía unos pantalones hasta arriba de los tobillos, una blusa negra de mangas largas y hombros descubiertos, lo que hacía que su cabello se viera perfecto sobre su pálida piel.

-¿A qué se debe tu visita? -Frunci los labios. Me sentía un idiota, no sabía qué decir.

-Solo pasaba por aquí. -Murmuró, comenzó a esconder su rostro en su cabello.

-Akadia. -Removí el cabello de su cara.

-Ya tengo tu dinero, solo vine a traértelo. -Su voz se quebró y pronto sus lágrimas comenzaron a caer.

-No tienes que hacerlo. -Sentí esa torpe impotencia en el pecho.

-Solo aceptalo. -Saco un fajo de billetes y lo puso sobre la mesa, miré atónito el panorama verde.

-¿De dónde lo sacaste? -La miré, y por su silencio ensordecedor, sabía la providencia de este dinero.

-Eso es lo de menos, ¿no? -Intentó sonreír, pero pareció que le dolió.

-Lo de menos es todo esto. -Señale los billetes. -¿Qué es lo que te pasa? -Pasé mi mano en su cabello que estaba sobre su espalda.

-Ethan... -Ladeó la cabeza.

Cerré los ojos ligeramente, entonces tomé su mano y la miré de nuevo. Ella miraba sus muslos, sus pestañas se mojaban con sus lágrimas y sus labios temblaban, al igual que su pierna derecha, que no hacía más que subir y bajar nerviosamente. La tomé de ambos lados de la cara y la besé.

-Te amo. -Susurré.

satyr «e.d.»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora