2: Ah, osea que no soy esquizofrénica...

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—Hola, papá. Hola, Claudia —los saludé cuando llegué a casa.

Mi padre me dio un beso en la frente, pero Claudia me dio un abrazo de esos que dudas salir vivo de allí.

Ella tenía el pelo castaño claro liso y largo y los ojos grises muy bonitos.

—Te he traído una cosa de mi viaje a los Pirineos —me dijo, y entonces recordé por qué mi padre hacía mucho que no la veía.

—No hacía falta —le dije mientras lo abría. Dentro tenía un collar de nudo corredero con un diente de lobo. Era precioso—. En serio —dije sonriendo tanto que creía que se me romperían los labios—, no hacía falta.

Claudia se echó a reír.

—Me alegro de que te guste —dijo mientras yo hacía aspavientos para ponerme el collar.

Después de que Claudia nos contase las excursiones que había hecho subí a mi cuarto para descansar un rato, aunque sin duda no pude hacerlo.

En cuanto saqué el cuchillo de mi mochila para guardarlo volví a sentir que me observaban y me preocupaba bastante que eso ocurriera en mi habitación teniendo en cuenta que me había despertado igual.

Por precaución rebusqué en todos los rincones por si se me escapaba algo, incluso me asome por la ventana, pero no había nada fuera salvo las macetas de siempre y un pájaro negro, pero siempre había alguno así que no me sorprendió, me limité a echarlo de allí.

Recogí todo lo que había desordenado y me tumbé en la cama para leer un rato, aunque estaba demasiado inquieta como para concentrarme en lo que hacía. Después de leerme por quinta vez como el pobre chico del libro se caía del trinquete del barco en el que estaba y era cubierto por las velas decidí dejarlo. Cogí el móvil y le mandé un mensaje a Rocío, era una chica que había conocido en un campamento cuando tenía diez años y se había convertido en una amiga increíble.

Roci, estoy aburrida, dime algo.

Esperé su respuesta mirando la foto que tenía de perfil.

Era ella, con su pelo rizado mojado y el marrón teñido en las puntas de rosa (le gustaba teñirse el pelo con tizas de colores). Tenía la parte de arriba de la cara oculta por la sombra que le hacía el pelo pero se veían un poco sus ojos marrones.

Hola, Tala. No sé por qué cuando me has dicho que estabas aburrida te he imaginado tirada en la cama.

Estuvimos hablando durante casi una hora, hasta que ella tuvo que ir a buscar a su hermana pequeña a natación.

Casi me había olvidado de por qué estaba tan inquieta, cuando volví a sentir que me observaban.

Me asomé a la ventana y la cerré de golpe, me estaba agobiando muchísimo.

Decidí llamar a Raúl para contárselo. Era como mi psicólogo personal.

—¿Tala? ¿Estás bien?

—Sí —respondí sin pensar—. Bueno, no. No puedo parar de pensar que alguien me mira, creo que me estoy volviendo loca. ¿Crees que ya estoy loca?

—No lo creo, lo sé. Escucha, si quieres puedo ir a tu casa y hablamos.

—Vale, llama a la puerta desde abajo, que están mi padre y Claudia, no vaya a ser que los asustes como la vez anterior.

—Vale, estaré allí en diez minutos.

Colgué y lo esperé limpiando los cuchillos, solo quería mantenerme ocupada antes de entrar en pánico.

Cazadora Solitaria [CS#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora