28: Una incursión digna de espías profesionales

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Me despedí con un fuerte abrazo de mi padre, Claudia y Raul.

No estaba del todo preparada para llevar a cabo mi misión, pero tenía que hacerlo.

Bajamos en nuestra forma animal hasta el lugar donde estaban luchando nuestros amigos.
Un oso pardo trató de atacarme, pero una leona saltó encima suyo y empezó a pelear con él.

Seguí corriendo tras mi grupo, que trataba de evitar ser atacado, hasta la entrada del castillo, donde estaba Daniel Quesadas clavando en la pared por la camiseta a una chica inconsciente que no había visto en mi vida.

-Pasad -dijo apartándose para abrirnos paso-. ¡Mucha suerte y sed valientes!

Esteffano nos guió por la primera planta, tratando de evitar a los cazadores luchando, lo que no era precisamente fácil.
Llegamos "sanos y salvos" hasta donde se encontraban las trillizas.

Estaban todas espalda contra espalda defendiéndose de un ocelote, un puma y un doverman.

-¡Plinka! -gritó Justyna y corrió hacia el ocelote.

Durante unos segundos observamos asombrados como las dos hermanas rodaban por en suelo en su forma humana.

Los otros dos cazadores atacaron también, y nosotros tuvimos que intervenir para evitar que el puma le sacara la cabeza a Natalia.

Al acabar la pelea habíamos perdido de vista a las dos hermanas Wojciechowska, e Isabel tenía que sostener a su hermana Patricia ya que había sido gravemente herida y no podía sostenerse sola.

-Isabel, acompaña a tu hermana hasta la tercera planta y haz guardia con ella desde allí -le ordenó Fin mientras Natalia nos guiaba por el castillo, deteniéndose solo para rematar a algún rival entrometido.

Yo iba por el final del pelotón, vigilando que Zoe no se cayera por culpa de su herida, cuando sentí un dolor agudo en la pierna.

Al girarme vi que un chico de cabello negro y ojos verdes me había clavado una daga en la parte posterior del muslo. Para su sorpresa yo misma retiré el arma y con la misma pierna herida lo golpeé en el estómago hasta que cayó de rodillas.

-¿Estás bien? -me preguntó Zoe que había vuelto hasta mi posición al notar mi ausencia.

-Sí, un pequeño contratiempo -respondí, y le ofrecí la nueva arma que había conseguido-. Toma, tú la sabes usar mejor que yo.

Cuando finalmente llegamos a las escaleras que conducían a la tercera planta ayudamos a las trillizas a formar una buena posición de defensa, para que Patricia no saliera peor parada.

-Esperad -dijo Zoe, deteniéndonos justo antes de dejar a las hermanas-. Me quedo con ellas. Yo también estoy herida y no hago más que retrasaros.

-¿Estás segura de lo que dices? -inquirió Buse, preocupada.

-Completamente, de todos modos soy una arquera, trabajo mejor a larga distancia -nos dedicó una brillante sonrisa y se colocó junto a las tres hermanas de ojos azules.

El resto del grupo siguió avanzando.

Hasta el momento ya había gente de nuestro lado en la planta del castillo en la que nos encontrábamos, pero nada más poner un pie en la tercera planta todo se convirtió en una maravillosa lucha a vida o muerte.

Y es que casi cincuenta cazadores se nos echaron encima, tanto en su forma animal como en la humana. Costaba diferenciar a tu amigo de tu enemigo y costaba saber cuál había sido una herida superficial y una mortal.

Quien se encontró con la segunda opción fue Buse, que no escapó de la lanza de una cazadora que la clavó en la pared.

Hasta ese momento nunca había perdido a ningún compañero, no sabía lo que se sentía, y aunque mientras bajaba me había estado preparando para enfrentarme a la tristeza más profunda lo que sentí en ese momento fue otra cosa.

Ira.

Solamente quería ver como aquella cazadora que había acabado con la vida de mi amiga tenía un destino igual o peor.

Y parece ser que no fui la única que lo deseaba porque incluso antes de que yo pudiera reaccionar Mishell empujó a la cazadora por el borde de las escaleras, tirándola al piso de abajo, y seguramente matándola en el acto.

Tuve suerte, tal vez demasiada, o tal vez era que mis amigos me protegieron, pero logré salir de allí.

Esta vez no nos costó demasiado encontrar a la bruja, sencillamente porque ella misma vino a por nosotros, bueno, ella y una horda de gente dispuesta a matarnos a todos.

Dos segundos me costó percatarme de quién era la dueña de aquellos crueles ojos grises, y esos precisos dos segundos necesitó ella para llegar a mi lado y cogerme del cuello.

Su tacto era tan frío que me quemaba la piel, y por alguna extraña razón no podía apartar mis ojos de los suyos.

Sentí como mis pies dejaban de tocar el suelo y ya no escuchaba los gritos de mis compañeros peleando.

-¿Tú eres la que me va a vencer? -preguntó la bruja, con una sonrisa burlona en su hermoso rostro- Lo dudo mucho.

Traté de decir algo, pero temía que si abría la boca se escapara todo el aire de mis pulmones y no podría volver a recuperarlo.

La bruja volvió a fijar su mirada en la mía y dentro de su pupila lo vi todo.

Vi la batalla que se estaba librando por todo el castillo.

Vi a Daniel y Ophélia defendiendo con sus vidas la entrada, a Justyna siendo golpeada por su propia hermana y a Esteffano cortándole la cabeza a un galgo.

Vi como una escalera se derrumbaba y para mi desgracia vi a quienes había aplastado: a las trillizas y a Zoe.

También vi a mis amigos luchando a mi alrededor, a Fin ayudando a Mishell con cuatro chicos armados hasta los dientes, a los hermanos Abril espalda contra espalda a mi lado, y a Benjamin y a Rocio protegiéndose el uno al otro.

No podía aguantar ver todas aquellas escenas y no hacer nada, siempre había odiado sentirme impotente, pero eso era llevarlo a otro nivel.

Hice acopio de mis fuerzas y me obligué a volver a la realidad.

Volví a escuchar la batalla que se libraba a mi alrededor y reaccioné. Golpeé a la bruja con mi rodilla y conseguí librarme de su agarre.

Aunque mi victoria no duró mucho.

Aradia se abalanzó sobre mí, haciendo que se me nublara la vista.

Cuando volví a ser consciente de lo que ocurría estaba cayendo desde el tercer piso del castillo.

Cazadora Solitaria [CS#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora