22: Las columnas más altas del submundo o cómo casi caerse por un barranco

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Esa confirmación hizo que un escalofrío recorriera mi espalda.

Llegamos a un punto donde el suelo se hundía verticalmente, como si de un acantilado se tratara. No podíamos distinguir qué había abajo del todo, solo veíamos puntitos (como cuando ves hormigas caminar, pero todo mucho más caótico).

-¿A quién le apetece saltar? -preguntó Nathan, recibiendo en respuesta una colleja de su hermano.

-No hace falta saltar -nos tranquilizó Rocío-. Si lo rodeamos un poco creo recordar que hay un camino que lleva abajo.

Ciertamente el hoyo no era recto, parecía rodear el castillo.

Comenzamos a caminar siguiendo el borde y poco a poco empezamos a visualizar una especie de columnas negras muy finas que salían del nivel del suelo en el que nos encontrábamos.

-Eso no estaba allí la última vez que vine -comentó Rocío, haciendo que todos nos alarmáramos un poco y avanzáramos más deprisa en esa dirección.

El camino que descendía al hoyo estaba justo al lado de las columnas.

Poco a poco distinguimos mejor de qué se trataba, no eran columnas, eran cadenas. Cadenas que ascendían hasta perderse de vista en la bruma negra que parecía ser el cielo.

En la parte de abajo de las cadenas había jaulas, que contenían algo que aún no podíamos distinguir.

-Esperad aquí -dijo Rocío parándose en seco-, voy a asegurarme de que no son bestias.

Fue corriendo hasta las jaulas y se perdió entre ellas durante varios minutos.

Empecé a preocuparme por mi amiga.

-Está tardando demasiado -dije, dando un paso hacia delante, pero alguien me detuvo.

-Ten paciencia -Oliver me fue soltando cuando vio que dejaba de intentar liberarme de su agarre.

Tras unos minutos de suspenso Rocío apareció de entre las jaulas. Nos hizo un gesto con la mano para que nos acercáramos y gritó:

-¡Esto no os va a gustar demasiado!

El resto del grupo fuimos corriendo hasta donde ella se encontraba y por fin pudimos ver qué se encontraba en las jaulas.

Personas.

Frenamos de golpe asombrados por las vistas que se nos ofrecían.

Había miles de jaulas juntas, y cada una tenía a una persona dentro, por lo que podíamos observar a una persona viva.

Algunas se incorporaban a medida que pasábamos a su lado, otras nos miraban como si fuéramos sus salvadores y otras ni siquiera reaccionaron.

-¡Ana! -exclamó de repente Fin, echando a correr hacia una de las jaulas.

Esta contenía a una chica de unos veinte años, castaña. La chica, que estaba medio tumbada en el suelo, se incorporó al oír su nombre.

Fin se agachó delante suyo, agarrando los barrotes que estaban lo suficientemente separados como para poder pasar más o menos la cara entre ellos.

-Fin -la chica cogió las manos de mi profesor entre las suyas-. Ten cuidado, esa mujer es muy mala. Ten cuidado.

-Tranquila -le respondió él acariciándole el rostro-, te sacaré de aquí. Os sacaremos de aquí.

Seguimos avanzando, dejando a Fin hablar con la que intuímos que era su novia.

Poco a poco los miembros del grupo nos fuimos dispersando en busca de nuestros seres queridos.

Mishell, Oliver, Zoe, incluso los gemelos encontraron a alguien, salvo yo. Parecía que no estaban allí, entre todas aquellas personas que habían sido secuestradas de la misma manera y por la misma razón.

Cuando ya estaba llegando al lugar donde la jaulas se terminaban escuché a una voz familiar llamándome. Una voz que tanto había echado de menos.

-¿Tala?

Cuando localicé el origen de la llamada corrí hacia donde se encontraba mi padre enjaulado.

-¡Papá! -me agaché delante suyo para que no tuviera que ponerse de pie.

-Cariño, me alegro de que estés bien -dijo tomándome la cara entre las manos.

-Papá, vamos a sacaros de aquí -le expliqué mirándolo a los ojos-. Luego vendrán los refuerzos que nos ayudaran y...

-Ten cuidado -me cortó, ya que sabía que iba a empezar a darle un gran discurso sobre cómo tenía que esperar a que los sacáramos de allí.

Asentí sin dejar de mirarle a los ojos.

-¿Estáis todos bien? -le pregunté por ser educada y no referirme directamente a mi mejor amigo, pero mi padre me conocía muy bien.

-Claudia está bien, ahora está durmiendo, y Raul está más al fondo -me dijo sonriéndome.

-Gracias, te quiero -dije antes de levantarme.

-Yo también te quiero, ten mucho cuidado.

Fui en la dirección en la que me había indicado.

Tras unos minutos buscando lo encontré, sentado con la espalda apoyada en los barrotes y las rodillas dobladas. Tenía la barbilla apoyada en sus piernas y cuando me vio le costó reconocerme.

Corrí a su lado y cuando llegué nos hicimos un nudo lo más parecido a un abrazo que pudimos.

-Estaba muy preocupada -le dije aún sin soltarlo.

-Tranquila, vampiresa, estoy bien -podía estar a punto de morir o secuestrado pero Raul siempre sería Raul. Poco a poco me fue soltando y entonces me miró a los ojos-. ¿Qué te ocurre?

-Nada -mentí, pero era muy difícil engañar a un chico al que conocía desde... siempre.

-Claro, a ti no te pasa nada y yo soy Batman.

A pesar de la situación le sonreí.

-Es que todo ha pasado demasiado rápido. Que os secuestraran, mi entrenamiento, la misión, Rocío -no le estaba mintiendo, simplemente omitía el detalle que más me confundía: Oliver.

-¿Qué pasa con Rocío? -preguntó inclinando la cabeza hacia un lado.

-Ella... bueno... -puse los ojos en blanco- Es una larga historia, ya te la contaré.

-Es decir, que estás segura de que saldremos de esta -dijo mirándome con sus preciosos ojos del color del chocolate.

Hasta entonces nunca había estado segura, pero al ver a todas aquellas personas inocentes atrapadas, al ver a mi padre y a Raul, al ver lo mucho que nos echábamos de menos, me di cuenta de que realmente quería darle una señora paliza personalmente a esa bruja que tan injustamente los tenía retenidos.

-Estoy tan segura de que saldremos de aquí como lo estoy de que eres rubio -respondí sin dejar de mirarlo a los ojos.

-Pues sí que estás segura -dijo riendo.

-¡Tala! -me llamó la voz de Oliver a lo lejos.

-¡Ya voy! -respondí, girándome hacia el lugar del cual venía su voz- ¡Un segundo!

Volví a mirar a Raul, que me abrazó lo más fuerte que pudo.

-Ten mucho cuidado -me dijo al igual que había hecho mi padre.

-Lo tendré, tranquilo -susurré cerrando los ojos.

Se separó un poco y me miró a los ojos durante unos instantes.

Lo siguiente que recuerdo es que me estaba besando. Fue un beso de despedida, pero que decía y confirmaba todo lo que llevaba mucho tiempo callándome.

Habría sido perfecto, si cuando me hubiera levantado para irme no hubiera visto a Oliver esperándome, y lo peor de todo mirándome como si lo hubiera decepcionado.

Cazadora Solitaria [CS#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora