7: Cumpleaños feliz... ¡que te lo has creído!

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Yo habría seguido durmiendo, pero pasaban dos cosas. La primera era que era lunes y tenía clase. Y la segunda que de repente escuché a un montón de gente gritar:

-¡Feliz cumpleaños, Tala!

Y lo siguiente que recuerdo es estar enterrada bajo muchos cuerpos que trataban de abrazarme (o asfixiarme) y tirarme de las orejas.

-¡Dejadla respirar, que morirá ahogada! -gritó alguien con un poco de cabeza.

Poco a poco los cuerpos se fueron retirando para dejarme una visión perfecta de mi habitación abarrotada de mis amigos y familiares (que eran pocos, pero bueno).

-Muchas gracias, chicos -dije cuando me recuperé.

Entonces más ordenadamente me empezaron a felicitar y a salir de la habitación para que me pudiera cambiar.

Raúl, mi padre, Rocío, Lara y Oliver se quedaron cuando los demás estaban fuera para felicitarme de una manera más civilizada, que en el idioma de aquellos cinco significaba gritarme de veinte maneras distintas que me había hecho vieja.

Al final mi padre me dijo que me esperaba abajo y se fue, dejándome sola con los locos de mis amigos.

Se me quedaron mirando como si fuera una niña pequeña, hasta que al final pregunté:

-¿De quién fue la idea?

Nadie respondió, pero me bastó con ver el rubor en las mejillas de Raúl para saber que había sido él. Me acerqué y lo abracé.

-Gracias -le susurré al oído.

Cuando nos separamos se giró hacia el resto y dijo:

-Pero no es todo mérito mío, Lara y Oliver me ayudaron con nuevos amigos y gente del instituto, Rocío con los amigos del campamento y tu padre con los de la extra-escolares, que por cierto has ido a varios millones.

Me reí con ganas. No me podía creer que se hubieran tomado tantas molestias por mí.
Un grito de mi padre diciéndome que tenía que desayunar me sacó de mi nube de alucinación.

Me habían despertado ¡dos horas antes! Para tener tiempo a darme la sorpresa, lo que significaba que ellos como mínimo se habían despertado a las cinco de la mañana para esto. 

Me dieron todo tipo de regalos: ropa, libros, dinero, joyas, un monopatín, calzado...

Los únicos que no me lo dieron fueron los que se habían quedado en mi habitación, los gemelos y Mishell, que también habían venido a despertarme, es decir, que probablemente se saltaban clase (aunque por la cara que tenían ahora mismo debía ser su hora de dormir porque se iban cayendo por los pasillos).

Cuando me fui al colegio no íbamos Raúl y yo, como de costumbre. Íbamos Raúl, yo, Lara, Oliver y medio curso, parecíamos un pequeño ejército de adolescentes. La gente se nos quedaba mirando por la calle, algunos divertidos y otros bastante mal.

Las clases se pasaron más rápido, sobre todo porque cada profesor dedicaba el último cuarto de hora a felicitarme y a cantar el cumpleaños feliz. Sí, ese momento incómodo en el que no sabes si cantar con ellos, aplaudir, esconderte debajo del pupitre o saltar por la ventana.

Por la tarde había fiesta en mi casa, cortesía de Raúl, Lara y Oliver, así que casi no se podía respirar allí dentro.

A las once empezamos a evacuar a la gente porque tenía que cenar y al día siguiente también había clase.
Los gemelos, Mishell, Rocío, Oliver, Lara y Raúl se quedaron para cenar.

-Bueno -dijo Michael-, ya es hora de que le demos sus regalos, ¿o queréis torturarla un poco más?

Algunos dijeron que sí (malvados) y otros que no. Al final me los dieron.

Cazadora Solitaria [CS#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora