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JULIA

-¿Julia? -pregunto.

Me volví hacia el para encontrarme con su expresión de horror en su rostro.

–Hola, Michael –susurre.

Intente acercarme a él pero los brazos en mi cintura de Gabriel me lo impidieron.

–Suéltame –pedi intentando soltarme de su agarre –Gabriel, suéltame.

El apoyo su mentón en mi hombro mientras sonreía a Michael.

–Creo que no tienes que decir nada más. Ganaste. Felicidades, Gabriel.

-¿Ganaste? –pregunte.

Michael no dijo más nada solo se marchó.

-¡Suéltame! –grite -¡Suéltame, Gabriel!

El reía.

-¡¿Porque hiciste eso?!

El me soltó y me obligo a mirarlo.

-¡PORQUE QUISE! –grito -¡Y VOLVERE A HACERLO LAS VECES QUE QUIERA! ¿COMPRENDES? ¡LO ARE TODO EL TIEMPO!

Él estaba listo para irse cuando tome su brazo. Quería que alguien me explicara algo.

–No lo harás. No te dejare pero ¿qué quiso decir Michael con que Ganaste?

No podía creer que le haya dicho "ganaste" a Gabriel. ¿Qué gano? Nosotros no éramos nada pero de alguna forma sentí que eso pareció.

–Tu chofer se fue, Linda ¿Quieres que te lleve? –Me pregunto, sonriendo sensual.

No tenía quien me llevara a casa si Michael se marchaba. Caí en la cuenta de que en lugar de quedarme a pedirle preguntas a el debería haber ido corriendo detrás del otro sujeto para que no me dejara aquí.

Salí corriendo sin pensarlo pero el auto de Michael ya no estaba donde lo estaciono esa mañana. Escuche unas pisadas detrás de mi y me di la vuelta para ver que Gabriel me siguió.

–Si me voy vas a tener que ir a pie... y por lo que se queda muy lejos tu casita.

¿Por qué sabia donde vivo?

– ¿Cómo sabes?

– ¿Qué?

–Donde vivo. –Respondi.

Estaba muy alterada por todo esto y Gabriel jugaba conmigo haciendo chistes en este momento. Se metió sus manos en los bolsillos de su campera y se encogió de hombros.

–Pueblo chiquito, gente curiosa.

Estaba muy enojada pero me pareció muy adorable.

–No bromees y contesta la pregunta que te hice ¿Cómo sabes dónde vivo?

Soné más alterada de lo que hubiera querido pero eso no importo. Gabriel ladeo la cabeza hacia su hombro derecho y sus labios se apretaron.

–No te alteres, Julia –Me dijo casi con amabilidad –Stephen me conto donde vivías cuando te llevo el otro día.

Oh... Stephen.

–¿Recuerdas?

Asenti.

Ahora que había conseguido mi respuesta, una de tantas, me sentí más tranquila. Gabriel me ofreció su mano.

–Solo te llevare a tu casa y después me voy.

Parecía una propuesta inocente viniendo de alguien que hace menos de media hora me había besado a la fuerza y le dijo a uno de mis amigos que me gano. No sabía que pensar de alguien así. Después de todo lo que me dijo e hizo...

TatuajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora