Tatuajes

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JULIA

Un año después...

Había pasado un año desde aquel día. Gabriel y yo volvimos a ser amigos y todo volvió como antes.

Gabriel tuvo una novia un día después de aquella fiesta: Sia. La relación de ellos duro tres días, pero basto lo suficiente para demostrarme que hice bien al dar un paso al costado. Proteger mi corazón era lo correcto. Cuando terminaron ella me empezó a culpar a mí de el final de su noviazgo. No iba a nuestro instituto pero conocía a muchos de mis compañeros y esparció rumores sobre mi amistad con los chicos, diciendo que mantenía una relación secreta con los tres a la vez.

Aunque su tristeza no duro demasiado porque ahora estaba saliendo con Justin, quien a su vez la llevo a mi fiesta sorpresa de cumpleaños que me había organizaron los chicos con mis padres.

No quiero decir como termino aquello.

–Ojala esta casa tuviera piscina –Se quejó mamá, mirando a los niños de la vecina corriendo por el jardín con sus flotadores en las manos.

Pase la manija de mi cartera sobre mis hombros y me di una última mirada al espejo que estaba al lado de la puerta.

– ¿A dónde vas, Querida? –Pregunto papá.

–Iré a la casa de Stephen. Su mamá le dijo que si limpiaba la piscina de su casa iban a poder usarla este verano. Iremos con Gabriel a ayudarlo.

Todos es completamente por mi amigo. No me muero de calor en este infernal pueblito que tiene tan mala red eléctrica que estropeo mi aire acondicionado con cada apagón que daba en el día. Todo es altruista.

– ¿Los Queen también tienen piscina? –Mamá rodo en el sofá y se quedó boquiabierta. – ¿Hay alguien en este maldito lugar que no tenga? –Pregunto enojada.

Mamá y papá se negaban a instalar su deseada piscina porque decían que podía ser un gasto inútil dado que en cualquier momento podíamos irnos.

–¿Estas segura que estas bien con eso de ser amiga de tu ex, Julia? –Pregunto mamá haciendo una mueca.

Quedarme encerrada en un auto con mi ex, del que todavía estaba enamorada, sonaba mal.

–Si, si estoy bien –Sonreí con mucha alegría para que viera que estaba perfecta. –No pasa nada.

Si sobreviví a su novia, a sus múltiples amigas... entonces nada me detendría.

Me di una última mirada en el espejo antes de salir. Gabriel estaba esperándome apoyado en la puerta de su Torino. Le salude con una mano.

–Hola, Linda –Me saludo.

–No me digas así, Gabriel.

Rodo los ojos.

–Está bien. –Se encogió de hombros y me abrió la puerta del copiloto. –Hermosa.

No cambia más.

–¿Qué? –Me pregunto una vez dentro de su auto. Encendió el aire con un dedo. –Dijiste nada de linda pero no mencionaste hermosa.

–Es lo mismo.

Su mano rozo la mia al tomar el

–No, no es lo mismo. –Corrigió mirando por la ventana. –Quería decirte hermosa primero pero tu ego iba a hacerse más grande.

–No soy egocéntrica.

–No, en eso tienes razón...pero sabes que eres hermosa. ¿Para que escuchar lo obvio?