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JULIA

Todavía estaba lloviendo cuando llegamos a casa y apenas se podía ver el camino. Justin no dijo nada durante todo el viaje, sumido en sus pensamientos, mirando al frente todo el tiempo, con su mano debajo de la mía, con nuestros dedos entrelazados.

Estaciono el auto al frente de casa y después se bajo para abrirme la puerta. Su cabello mojado y la poca luz que iluminaba el vecindario le dio un aspecto más siniestro del que tenia realmente.

– Sé que tendría que pasar y saludar a tus padres como corresponde, pero no me gustaría que me vieran en este estado.

Podía imaginarme lo que iban a decir ambos si lo veían entrar así y a mi tampoco me agrado tanto la idea. Le sonreí para tratar de hacerlo sentir un poco mejor y le dije que no tenia importancia, mientras acariciaba su brazo.

Pase los brazos alrededor de sus hombros delicadamente, porque era obvio que le dolía hasta el mínimo roce, y Justin apoyo su mejilla en mi hombro soltando un suspiro. Escuche las gotas golpeando su chaqueta y subí mis manos sobre su cabeza para tratar de cubrirlo un poco. Lo ultimo que le convenía ahora era enfermarse también.

– ¿Qué dijo tu madre porque no vine? – me pregunto de repente.

Lo mire de reojo, sorprendida. Se veía aterrado.

– Ella no sabe nada – respondí. – mi papá me aconsejo que no lo hiciera.

Alzo una ceja y me lanzo una mirada curiosa, esperando que le contara más.

– Tu padre… ¿esta enojado conmigo?

En realidad no dijo en ningún momento que estaba enojado con Justin. Casi diría que fue todo lo contrario y le mostro su apoyo diciéndome que tenia que darle su espacio y cuidarlo de mi mamá. Pero, ¿estaba realmente bien con eso?

– No me parece.

Se enderezo. Nuestras miradas se encontraron.

– Es mejor que entres rápido, Julia. Esta lloviendo demasiado y hace mucho frio y no quiero que te enfermes.

Paso sus manos por mi cara y me dio un pequeño beso en los labios.

– Sé que quizás no vayas mañana a clases pero me gustaría verte.

En realidad yo no quería que se fuera.

– Paso por ti después de clases. Quiero verte también.

Me sonrió.

Pese al frio y la lluvia sentí la cara caliente. Baje la vista al suelo, repentinamente nerviosa y escuche como se echaba a reír.

– Te odio.

La risa se desvaneció y paso su dedo debajo de mi mentón para que lo mirara, mirándome muy serio.

– ¿Me odias? – repitió mis palabras.

Baje la mirada y negué.

– No. Te quiero.

Sonrió de nuevo y me dio otro beso.

Corrió a mi lado hasta la puerta de mi casa y después se apresuro a regresar a su auto. Mientras pasaba por delante del Jeep vi que hacia una mueca y se tocaba la espalda con una mano disimuladamente. Trate de disimular mi disgusto cuando se dio vuelta y me sonrió, pero no logre ocultar como me sentía realmente, asique, cobarde, me gire y entre en casa.

Papá estaba esperando al lado de la puerta. El corrió la cortina y me miro.

– ¿Tienes la menor idea de que hora es?

TatuajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora