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JULIA


Justin no vino esa noche, ni la siguiente o las otras que siguieron incluso. Tampoco fue a clases. Cuando paso la primera semana entonces cuando comencé a preocuparme.

El domingo por la noche comenzó una tormenta que duro hasta el día siguiente y eso duro hasta el lunes por la mañana, con nubes gris oscuros y densas, con un fuerte viento que arranco mi paraguas hacía arriba apenas salí de casa. Papá se había puesto de acuerdo temprano con mamá para llevarnos a clase si persistía el mal tiempo, después de haber perdido un difícil piedra, papel y tijeras con muchas revanchas que no cambio mucho el ganador.  No quería ir a ningún lado con Paul, ya estaba demasiado nerviosa para lidiar con él y que me molestándome. 
Él no dejo de hablar y molestarme durante todo el trayecto y cuando llegamos a su escuela casi lo saque del auto con mis propias manos.

Antes de bajarme del auto, revise con la mirada y recorrí el estacionamiento buscando a Justin, pero falle porque estaba la motocicleta de Stephen y el Torino de Gabriel, estacionados en su habitual lugar, pero sin ellos cerca porque ya entraron primero.

– Quizás viene más tarde, Juls. – dijo mi papá al ver mi preocupación. – Seguramente lo vas a ver en clases.

Eso espero, me dije.

– Si, seguro que si…

Me incline para darle un beso en la mejilla.

– Nos vemos.

– Pasare por ti más tarde.

Apenas se fue Stephen me intercepto en medio del camino y nos cubrió con su paraguas. Fue bueno porque mi paraguas estaba roto y ya no servía de nada y la lluvia apenas si dejaba ver el suelo por la fuerza. Mientras estábamos subiendo las escaleras se me ocurrió preguntarle si su hermano y él hablaron, pero no quise involucrarlo más en nuestros problemas por lo que no lo hice.

Pero tampoco apareció por la mañana ni por la tarde por la escuela.

Esperanzada de que papá tuviera razón comencé a buscarlo desde sus clases pero cuando llego el horario del almuerzo tuve la certeza de que ese día Justin no iba a aparecer. Stephen, que me seguía por todos lados como un perro fiel, intentaba levantarme el animo con bromas sin gracia y propuestas de actividades que no me interesaban. Aunque sabía que estaba haciendo un esfuerzo por mantenerme distraída a veces me resultaba irritante y solo quería que se callara pero me contuve en todo momento para no mostrarlo. Cuando llego el fin del día papá estaba esperándome en el auto. Stephen me siguió hasta que estuve adentro y cerro la puerta por mi. Cuando se dio la vuelta y se empezó a alejar vi que sus hombros se hundían y su paso se volvía lento.

La ausencia de Justin me daba miedo. Aún así me dije que era un día y que eso no significaba nada, pero no logre quitarme esa sensación amarga.

El viaje a casa fue en silencio y bastante rápido para la manera tranquila de conducir de papá. Esperaba un largo interrogatorio, el purgatorio, pero no dijo nada. Supuse que lo había comprobado con solo mirarlo y que no quería preguntarme para incomodarme más. Aún así me preparé por si tenía algo que decir y cuando el auto se estaciono a dos cuadras de casa, me pase un mechón detrás de la oreja y me volví a él.

– Es recién un día…

– No le cuentes a tu madre que no vino y dile que él te prometió que te iba a ayudar. – arremete enseguida.

– Pero, papá, mamá no me va a creer…

– Si le decimos que no aparece es capaz de ir hasta la casa de los Queen y asustar todavía más a ese chico. ¿Entendido?

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