KATE
Habían pasado algo más de dos semanas desde que llegué al frío Londres.
Me estaba costando acostumbrarme al cambio, pues venía de un lugar cálido y seco y la humedad constante calaba en mis huesos.
Todo y con eso, no me arrepentía de estar allí. Me sentía ligeramente aliviada.
Usé un poco del dinero que traía conmigo de América, mi pequeña fortuna, para pagar el alquiler de dos meses de un pequeño ático en Langley Street, en el mismísimo centro del bullicioso Covent Garden.
Supe, con los días, que no solo la pequeña calleja era un sitio sospechosamente escondido y sórdido, sino que, al caer la noche, en toda la plaza y en el barrio se llevaban a cabo actividades ilícitas y peligrosas.
Y aquella mañana, mientras sorteaba floristas y fruteros, encontré una tienda de telas baratas con una doble puerta que daba a una armería clandestina. Saqué un fajo más de mi ridículo y compré un arma.
No tenía ni idea de cómo usarla, jamás había tenido una entre mis manos, pero la cogí con seguridad y la guardé en la cinturilla de mi vestido oscuro antes de cubrirme nuevamente con la capa negra y darle un asentimiento seco al vendedor que me miraba con ojos estrechos.
Mi ático consistía en una sola habitación con una pequeña puerta que daba a un baño.
El casero había tenido la insólita consideración de conseguir un colchón ya usado y ponerlo sobre un soporte viejo de madera con un cabezal de metal negro.A un lado de la cama había un espejo de cuerpo entero apoyado al lado de una mesa con una silla, y al otro extremo un armario sin puertas.
La puerta de entrada era fina y el frío se colaba por debajo de la rendija que quedaba entre la madera y el suelo, por eso ataviaba una sábana en ella al entrar, impidiendo la corriente de aire.
En sí era oscuro, aunque entrase luz por la ventana sobre la cabeza de mi cama. Pero era perfecto. Era mío y podía hacer en aquél espacio lo que me viniese en gana.
Después de mucho tiempo, me sentía libre e independiente. Lejos de mi pasado, de mis errores y mis temores. Dispuesta a vivir una vida.
Las pesadillas asaltaban mi descanso todas las noches, pero podía lidiar con ello, al fin y al cabo.
Colgué la capa tras la puerta y solté las cuerdas del corsé para que mi vestido quedase abierto.
Cuando llegué delante del espejo, miré mi cuerpo distraídamente mientras cepillaba mi cabello oscurecido por la tenue luz del día.
Siempre tuve curvas y eso era algo muy difícil de esconder.
Probablemente nadie quisiera hacerlo, en América, al menos, pues no muchas eran las que poseían caderas redondas, pecho bien puesto y vientre y piernas delgadas, pero, teniendo en cuenta que en Carolina no íbamos tan tapados como aquí y que me pasaba los días intentando pasar desapercibida sirviendo copas tras la barra de un burdel, más me valía no llamar la atención.
Suspiré y forcé una sonrisa. Por fin podía ser yo misma sin preocuparme de lo que pensarían los demás.
Recogí mi cabello en un moño ondulado, como las damas que frecuentaban Mayfair y me atavié en el vestido estrecho y negro que usaba para trabajar.
Dos o tres veces me había paseado por el distinguido y elegante barrio en el que la clase alta inglesa vivía.
La verdad es que no sabía porqué seguía haciéndolo, supongo que se sentía bien fingir ser parte de aquella vida y aprender a comportarme como ellos.
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Un invierno en Marble House [Benworth Series II] Romantic Ediciones
Historical FictionKate huye en busca de una nueva vida, mientras James se siente abrumado por la presión social. Sus caminos se cruzan mientras buscan un nuevo comienzo y juntos descubren que hay veces que el destino ya está escrito. -------------- 1816, Londres, Ing...