DOCE

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JAMES

¿A dónde vamos? —preguntó Kate mirando mi brazo esperar por ella.

Cuando la vi, ataviada en un bonito vestido verde, me quedé sin aliento.

—A Hyde Park —creo que dije.

—Buena idea. —Agatha, apoyada en su bastón de paseo sonreía a mi lado—. Nuestra americana nunca ha visitado el parque.

Hubiese sonreído y esperado la reacción exasperada de Kate, pero el modo en el que el vestido realzaba sus curvas, estaba haciendo cosas locas en mi cabeza. Tragué con dificultad.

Iba a tener serios problemas toda la mañana evitando mirar su estrecha cintura o su pecho apretado e hinchado.

Sus mejillas lucían sonrojadas y por primera vez desde que la encontré despierta en la biblioteca, sus ojos volvían a brillar sanos.

Comencé a sentir que era un tremendo error seguir queriendo pasar tiempo con aquella hermosa joven a la que solo podía observar.

Me escocían los labios y no podía dejar de mordérmelos, debido a las infinitas imágenes que aparecían en mi cabeza.

Yo envolviéndola en mis brazos y acercando mi boca a la suya mientras tironeó suavemente de su sedoso cabello para mantenerla cerca de mí, ella jadeando mi nombre.

James, detente.

Gracias a Dios, el ama de llaves apareció con los guantes, el gorro y la capa de Kate y pude soltar el aire cuando cubrió su cuerpo.

—Listos. —Sonrió ella. Su sonrisa sincera. Luché por ahuyentar otra alocada escena en mi cabeza.

Debía encontrar la manera de disipar aquella tensión. Tal vez William pudiese ayudarme.

O no. Cualquiera volvía a fiarse de sus ideas locas.

—Bajaremos en calesa hasta el parque —me escuché a mí mismo decir con voz tensa— con tal de que no te sientas débil antes de llegar —le dije sintiendo sus intensos ojos grises, repasarme lentamente.

Era halagador y no ayudaba nada a mi intento. Di un paso atrás, con los puños a ambos lados de mi cuerpo, obligándome a mantenerme a una distancia prudente y respirar.

—Buena idea —añadió Pennick—. Desde luego —palmeó mi brazo tenso—, piensas en todo. —Su rostro era serio, su comisura derecha tembló. Iba a decir algo ingenioso—. La mujer que se case contigo será la más afortunada del planeta. Eres un gran hombre.

Sonreí, no lo pude evitar. Mi tensión aligerándose.

Agatha estaba jugando con Kate, debía haber escuchado más de lo que pensamos ayer durante el paseo a casa.

Y si ella jugaba con la chica, yo no iba a mantenerme al margen. Eso me relajaría.

—Gracias —dije mirando a Kate con las cejas levantadas. Su mirada era completamente aburrida—. ¿Ves? —murmuré para que solo ella lo escuchase. Me arrugó la nariz en una mueca. Absolutamente bonita.

—También es muy considerado. —Y esa volvió a ser Agatha, imitando a Kate.

Definitivamente, aquella mujer sabía más de lo que imaginamos.

—Gracias —le dije de nuevo a la señora—. No es la primera vez que alguien me dice algo así —bromeé.

—Oh, lo que me faltaba —musitó Kate mirando el techo.

—No seas descortés, querida —dijo Agatha mientras colocaba su segundo guante y su sombrero. Su sonrisa ya no era más un secreto—. James Benworth está aquí, interesado en mí, así que no le ahuyentes.

Un invierno en Marble House [Benworth Series II] Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora